Mareado casi por las efusiones
emanadas de diversos e-mails con tendencias homicidas y a
cuyos autores, mejor dicho autoras les recomendaría se
tomaran un diurético de perejil, como si de un té se
tratara, con el que regular su hipertensión y de paso
mejorar el rendimiento de la vejiga urinaria aprovechando su
uso como emenagogo, me pongo a escribir sobre otro perejil
que ha vuelto a estar de moda.
Yo no tomo el perejil de esa manera porque aumentaría la
diuresis por inhibición de la bomba en el riñón y además
incrementaría la reabsorción de potasio con lo que se
formarían piedras. Eso ‘pa’ los otros.
Escribo del otro perejil, sí ese que los moros llaman Laila
o Leila y que se encuentra a 8 kilómetros al noroeste de
nuestra ciudad.
Sólo quiero recordar aquí y ahora que El Perejil ya estuvo
sobre el tapete de soberanías cuando el ahora líder del PP,
Mariano Rajoy era vicepresidente del Gobierno.
Entonces, cuando la ocupación del islote por seis monos,
Mariano Rajoy admitió que España renunciaba en su día a
imponer a Marruecos la soberanía sobre el pequeño
territorio, cuya superficie no supera los 0,15 km², como
prueba de aceptación del acuerdo al que se llegó hace más de
cuarenta años.
Si mucho de Vds. recuerdan, cuando la realización del
Estatuto de la Ciudad Autónoma de Ceuta no se incluyó el
islote. No podía incluirse por cuanto si España había tomado
posesión del mismo en el año 1808, se lo devolvió a
Marruecos en 1956 como consta en documentos sobre la
independencia de ese país.
Recuerden, Rajoy evitó en todo momento precisar a qué país
pertenece el islote. De hecho sigue siendo tierra de nadie.
Con ello suena totalmente incongruente las réplicas, ahora
como jefe de la oposición, a posturas más pausadas de
nuestro Gobierno actual que sí va a las claras y encima a
las maduras.
La “cagada” de entonces con el tema del islote del Perejil
sigue en el recuerdo de muchos que vivieron aquel incidente
y más aún cuando sabemos que el entonces presidente de la
Generalitat, Jordi Pujol, acusó a Aznar de impedir que
nuestro rey se entrevistara con su homólogo marroquí con el
tema sobre el tapete. Lo que se califica como muy
sintomático de que algo no funcionaba entonces de una forma
seria.
Por tanto, la postura diplomática del Gobierno del país,
aquel entonces, fue el de la política del avestruz: no
aclaró suficientemente a la opinión pública mundial y
nuestra la soberanía de España sobre el islote… tal vez
aconsejado por Vader, digo Bush. Al menos sobre documentos
oficiales, ya que los mediáticos son eso: mediáticos.
Solo preguntaría, a quienes estaban al mando de nuestro país
entonces… ¿cómo es que la OTAN no refrendó la actuación
sobre el islote? Muy lejos suena eso de ‘uno para todos y
todos para uno’ ¿no?
Ignoro, obviamente, los verdaderos motivos que llevaron a
Marruecos a hacer ondear la bandera cuando bien es sabido
que sus gendarmes acudían a ella desde siempre, hoy sí y
mañana también, por razones de tráfico ilícitos, campos de
nudistas, etc.
No quiero creer que, entonces, se tratara de liarse la manta
a la cabeza e imitar a Margaret Thatcher cuando envió la
escuadra inglesa a recuperar las Malvinas.
Eran tiempos en que Aznar rompía el diálogo con los obispos
vascos, los rectores, los sindicatos, los presidentes
autonómicos y con Marruecos, hasta dejó de hablarse con los
diplomáticos. Creyó Aznar que cuando un país se va haciendo
mayor debía comportarse como se comportan los mayores y
hacerse respetar a base de balazo limpio, en alusión a un
encuentro en las Azores y beber a morro junto con los G-8.
Había que poner el lucero del alba, como hizo el entonces
ministro de Defensa, sí ese que mezcla cadáveres, por
montera para asemejarnos a los grandes.
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