El éxito es aprender a ir de
fracaso en fracaso sin desesperarse. Lo decía Winston
Churchill y Mohamed Alí ha hecho su guía de esa
cita trampa. Esa frase del político británico se ha
convertido en la luz que alumbra todas las decisiones que
toma el regidor de los destinos de la UDCE. De fracaso en
fracaso. Sí. La trayectoria política de MA, a partir de que
nos sorprendiera con un éxito indiscutible en las urnas,
está siendo un rotundo fracaso.
Pero él sigue a lo suyo. Es decir, tratando de errar cuantas
más veces mejor con el único fin, tal vez, de que se hable
de él más como dilapidador de una fortuna en votos que de su
importancia cual jefe del segundo partido que cuenta con más
diputados.
Mohamed Alí está derrochando a manos llenas el capital
conseguido en las urnas. Está malgastando la enorme
confianza que depositaron en él los suyos; o sea, todas las
personas que creyeron en él. Porque le vieron joven, fresco,
preparado, y con un título de abogado que tanto adorna una
carrera política.
Soy consciente de mi redoble de tambor, pero no tengo más
remedio que repetirme: la credibilidad de Alí está cayendo
en picado. Y pronto, si no lo es ya, pasará a ser el
político menos valorado de esta ciudad. Incluso por debajo
de Aróstegui. Tiene bemoles la cosa. Máxime cuando
estamos hablando de alguien que, con el mínimo esfuerzo,
consiguió encaramarse a un podio público impensable, en
principio, para él y para los que le acompañaron en esa
aventura.
Personas que no deben estar, de no ser masoquistas, muy
contentas con el proceder de su líder. Un jefe que ha
despreciado a los suyos de manera lamentable. Y, aunque haya
sido por medio de una acción de ignorante, no le exime de
culpa tan grande y manifiesta.
Es lo que yo les decía, días pasados, a algunos que hasta
hace poco seguían teniendo, a pesar de que Alí no ha cesado
de dar barquinazos desde hace tiempo, fe en que pudiera
sentar la cabeza y comportarse, de una vez por todas, como
ese político que tantas expectativas creó no sólo entre sus
partidarios sino también entre los otros.
Parece mentira que el principal dirigente de la UDCE no se
haya percatado del mucho desprecio hacia su gente que
encierra el haber decido que sean individuos del PSPC
quienes fiscalicen la labor del Gobierno en los consejos de
administración de las nueve sociedades municipales.
Con tal postura, Alí nos está diciendo que en su partido,
salvo él y dos más, no hay personas capaces de hacer esa
labor. Así, Alí se retrata como clasista. A costa incluso, y
he aquí la gravedad del asunto, de que el secretario general
de un partido carente de representación parlamentaria –un
don nadie- propale que el PSPC entra en los consejos de
administración para hacer una ‘más seria’ labor de
oposición. Humillante.
¿Dónde está esa arrogancia que Alí saca a relucir ante los
miembros del Gobierno? ¿Dónde está la arrogancia de los
miembros de un partido que nació con ínfulas de evolucionar
sin descanso? ¿Acaso la evolución está en que AV sea
tenido por lo que no es? Me refiero a Vázquez y a los demás
fiscalizadores.
Los fracasos de Alí son sonados por disparatados. Y lo
empequeñecen. Y lo peor es que daña a la gente que le votó.
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