Fin de semana triste. Fin de
semana de duelo. Fin de semana de viajes imprevistos.
Falleció Francisco Javier Martínez Caravaca, funcionario del
Ministerio de Defensa, de 48 años de edad, e hijo de la
socia de la Casa de Ceuta en Barcelona, una de las socias
más activas: María Caravaca.
La unidad y solidaridad de todos los ceutíes residentes en
Catalunya se mostró, una vez más, sólida con la precipitada
organización de un desplazamiento en autocar a Lleida, donde
residía el fallecido, para asistir al sepelio. Todo muy
emotivo. Por ello me atrevo a darle el pésame y acompañarlas
en el sentimiento a la madre y viuda de Francisco Javier en
nombre de todos los lectores de “El Pueblo de Ceuta”.
Bueno, entremos de lleno en la cuestión a que hace
referencia el encabezamiento de mi artículo de hoy. Hacer
demagogia.
Demagogia es una política consistente en apelar a emociones
para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso
de la retórica y de la propaganda.
Viene esto aquí por cuanto las cientos de cartas y e-mails
recibidos en respuesta a mi referencia a los galgos, han
sido guiadas únicamente desde una asociación que se
autodenomina protectora de animales (menos del hombre) y
dirigidas a todas las socias que tienen intereses comunes
con dicha entidad. De ahí la sorpresiva coincidencia de
tantas reclamaciones, nada más.
Se autodenominan defensoras y protectoras de los animales
cuando los convierten en objetos de uso personal y los
privan de libertad manteniéndolos encerrados en sus casas y
sacándolos atados como vulgares ilotas.
Apelan al respeto hacia ellos, hacia los animales
irracionales, pero sin embargo no tiene recato en ir
mostrándolos por el mundo como un objeto decorativo, algunas
lo maquillan que es un primor, y metiéndolos a la fuerza en
concursos de bellezas caninas, puteándolos por lo tanto.
Usan y abusan del insulto, algunos con graves expresiones,
ante la impotencia que demuestran con replicar de manera
correcta y contundente por lo que la demagogia de las
autoras queda tan patente como su propia ignorancia.
Acaban con la pizca de sentimiento hacía los animales
irracionales que uno pudiera tener, con sus palabras y
supuestos razonamientos, convirtiéndolo en un deseo de
mandarlos a todos a cazar liebres y conejos, con redundancia
en ésta última palabra.
Proteger a un animal significa dejarlo totalmente libre.
Todo lo contrario que hace la protectora.
Tenemos, en nuestro bloque de viviendas, una vecina que
tiene un perro labrador con tendencias a tenor operístico.
Todos los días y todas las noches no para de ladrar. ¿Voy a
protegerlo?
Volviendo a la demagogia, vemos que en nuestro país prima la
oclocracia (gobierno de la muchedumbre) en detrimento de la
democracia (gobierno del pueblo) con predominio de la
utilización intensiva de los medios de comunicación de masas
y realizando elecciones de réplicas fuertemente influidas
por la demagogia, la falta de educación y la mercadotecnia.
La defensa de un animal irracional no se basa en atacar a
quién no esté de acuerdo con alguna o ninguna de las tesis
que propone el atacante, en este caso la sociedad
protectora, y los intentos de demonización de uno por parte
de la demagógica respuesta se basa en una falsa dicotomía e
intentos de asociar un grupo de ideas negativas de forma que
al final ese grupo de ideas estén claramente marcadas en el
autor de lo contrario que postulan los supuestos defensores.
El prejuicio cognitivo mostrado en la redacción de esas
cartas recibidas muestra a las claras la distorsión
cognitiva que afecta al modo con el que perciben la realidad
de los hechos expuestos y ello lleva a que se establezca un
“modus operandi” fácilmente desmontable.
La distorsión de la información que se produce en
determinados cerebros nos lleva a mirar con pena a esa clase
de gente que antepone ciertas medidas a las que en realidad
y por lógica deben imperar.
Así y todo… que tengan una feliz existencia al lado de los
animalitos que tanto aman pero que no se acerquen a mí,
detesto el hedor que exhalan.
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