Tiempo de contar” es el último
poemario escrito por Rafael Rodríguez Almodóvar, afincado en
Granada, pero natural de Jerez de la Frontera (Cádiz, 1921).
En la contraportada del mismo: el archivo central de Ceuta y
el distintivo de la Ciudad Autónoma de Ceuta. Escoger el
propio tiempo, para injertar versos por los caminos del
silencio, es una forma de conquistar espacio a la vida y de
resucitar la juventud del mundo en un mundo viejo. El poeta
lo es por la gracia de serlo y sabe, porque tiene oficio y
vivencias, que la savia es lo que uno recuerda en el verso y
cómo la recuerda para ofrecerla. Por ello, en esta obra
literaria recién germinada, cada poema es un instante
preciso en la eternidad del movimiento, donde el poeta
descubre la verdad y el mañana en una oda interminable de
emociones.
Dice el prologuista del libro, Rafael Delgado Calvo-Flores,
visionario del verbo y de la ciencia, no en vano tiene la
mente científica (es catedrático en la Facultad de Farmacia)
y el corazón en la lírica (es poeta en la Facultad de la
Vida por su siembra de autenticidades, belleza e ingenio),
que en la poética de Rafael Rodríguez Almodóvar “no hay
lugar para la falsedad”. Ciertamente, el poemario es él
mismo, con el valor de sentirse libre en la veracidad del
verso. Nada es ajeno a su poesía: la soledad que le
circunda, la tierra honda, los presagios, las evasiones, los
silencios, la esperanza, las preguntas… Lo importante, al
fin y al cabo, es no dejar de interrogarse. El poeta no
desperdicia segundo en ello: “Le voy ganando al tiempo/
parcelas de poder en la memoria/ como paso las páginas de un
libro, / en sucesión de horas,/ hasta encontrar/ la palabra
que cifra/ la identificación de un verso/ que se enmarque en
la vida”.
El Académico Numerario (Fundador) de la Real Academia de San
Dionisio de Ciencias, Artes y Letras de Jerez de la
Frontera, Rodríguez Almodóvar, bajo las alas del tiempo
vivido, conservando sus ojos de niño y conversando con los
abecedarios, que van de 1990 a 2006, nos entrega un libro
crecedero en sueños y ascendente en voz. La palabra mana por
si misma, quizás de tanto sentimiento desbordado que le sale
del alma o tal vez fruto de esa aproximación a lo absoluto.
El libro es conmovedor y, a la vez, tan emotivo como el
acorde de los sonidos armónicos del universo. Cada mensaje
es un timbre de metáforas incrustadas en el aire. Es tiempo
de contar y de cantar todo lo bello que la vida encierra, de
encender el entusiasmo por todo lo noble que nos rodea, de
admirar y hacer admirar todo lo grande que envuelve nuestra
pequeñez existencial. El poeta nos convence, y hasta nos
hace vencer horas al tiempo, con su poética, bien elaborada
y mejor servida. Es el momento de latir unidos. “Una página
en blanco tiene el tiempo que mide/ los signos que
obscurecen el pensamiento mío, / pero mi corazón sigue
latiendo”.
El autor del libro se sirve del tiempo y se topa con el
curso de la vida de la que obtiene la razón de ser poeta.
Estamos, pues, ante un libro de raciocinio, de diálogos
incesantes. Como expresa el prologuista del mismo, “su
poesía es la cara visible, la piel sentida de su vida, un
ejemplo de rectitud, caballerosidad y buen hacer”, y, en su
obra literaria, viven sus mejores hazañas de lucidez y
temple. Si en el libro de la naturaleza yace el poema
perfecto, en este último libro de Rodríguez Almodóvar,
también cohabita el poema en el que todos nos podemos ver
reflejados. Cualquiera que lo tome, que lleve a los labios
una de sus páginas, aparte de comprenderse más él mismo, se
hallará con la poética del ser, una manera de vivir y de
hacer vivir a pesar de las sombras. Y es que, en el fondo,
uno tiene que ser algo para poder contar algo. El actual
presidente de la emblemática Asociación Cultural Extramuros
y la revista del mismo nombre, Rodríguez Almodóvar, con la
cátedra de la vida embolsada de poemas, que ha tomado como
devocionario, sabe decir mucho y además lo que dice, lo dice
a corazón abierto. Buen libro y gran ejemplo, con autoridad
literaria y conciencia crítica. Leerlo es tiempo ganado para
uno mismo, para esa plática entre al autor y el lector,
espíritu que inyectan los magnos volúmenes como el
comentado, de saludable digestión.
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