Una de las claves del
comportamiento político del Régimen alauí pasa,
indefectiblemente, por el control de la fidelidad religiosa
de sus súbditos, extensible incluso hasta la importante
emigración marroquí, superior con mucho a los 3 millones de
personas, bastante más del 10% de la población total del
país. Esta seria pues una de las claves que explicarían el
reciente hostigamiento a la “disidencia” religiosa planteada
por la implantación del shiísmo en Marruecos; otra estaría,
impulsada por el wahabismo saudí, en la rotura de relaciones
diplomáticas con Irán que constituiría, por otro lado, un
claro alineamiento con la estrategia de los Estados Unidos.
El “guiño” de Rabat a Washington tendría una lectura
añadida: la búsqueda del apoyo explícito del Presidente
Obama a la “causa sagrada” del Sáhara, las “Provincias del
Sur” para Marruecos.
Quizás merezca la pena evaluar las diferencias entre el
shiísmo y el sunnismo malikí marroquí, menores a mi juicio
curiosamente que las existentes entre el Islam popular
practicado en Marruecos y el wahabismo hambalí, si bien
ambos estarían integrados formalmente en la sunna; al fin y
al cabo, el morabitismo o culto a los santos (denostado por
el wahabismo) tan extendido por el Maghreb, no deja de
guardar paralelismos con los rituales de culto shiís
presentes en Irán. Iré más lejos: si en el Maghreb es
rastreable en las prácticas populares una huella cristiana,
¿hasta que punto no podría entenderse el shiísmo como la
versión cristiana del Islam…?. En todo caso, la principal
diferencia entre la shía y la sunna es fundamentalmente de
orden político y de jurisprudencia: si en la sunna las
cuatro escuelas jurídicas existentes mantienen sutiles
diferencias, en la shía la noción de “ayatolláh” o imám vivo
(figura con ciertas semejanzas a la del Papa en el
cristianismo católico) zanja cualquier disidencia,
reglamentando la ortopraxis.
Dejando a un lado la presencia histórica de la shía a través
de la dinastía Idrisí y la fundación de Fez, tenemos que
remontarnos al triunfo de la revolución jomeinista para
situarnos, partiendo del sostén de Hassán II al destronado
Sha Rezah Palevi acogiéndole por un tiempo, a finales de
enero de 1979 y tras abandonar Irán, en Marrakech. Tras la
“intifada marroquí” de 1984, duramente reprimida en
Marrakech, Fez, Nador y Tetuán, Hassán II acusa abiertamente
a Jomeini y a la República Islámica de Irán de intentar
“exportar la revolución iraní” a Marruecos e incluso, tras
la “Chabiba Islamiya” (Juventud Islámica) de Mouti, se
escondería una facción soterradamente shií. ¿Dónde estaría
actualmente el epicentro del shiísmo marroquí…?. Parece que
oscilaría entre Mekinés y Tánger, impulsado por un
cualificado grupo de universitarios marroquíes (se habla de
unos 140) de medicina e ingeniería que habrían sido becados
en Irán. Varias asociaciones culturales (“Al Inbiat” en
Tánger, “Attawassoul” en Alhucemas, “Al Ghadir” en Mekinés y
otras), darían cobertura a los simpatizantes marroquíes de
la shía. ¿Y el PJD, los islamistas parlamentarios
marroquíes, han tenido algún escarceo con el shiísmo…?. Pues
sí, político (a través del movimiento “Al Yaqadha”,
Vigilancia y Virtud, que fundara Mohamed Khalidi en 2003) y
mediático, apoyando explícitamente a “Hezboláh” durante la
última guerra del Líbano en el verano de 2006. Pero solo
este tema merece, al menos, su columna.
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