Algo mejor del gripazo. Acompaño a
mi hijo al colegio y de paso me informo sobre la próxima
excursión del chaval a Colonias. Pasará dos días entre
jirafas y elefantes pero no en la selva africana hollada
hace poco por don Benedicto, sino en las cercanías del
Montseny, aquí en Catalunya.
Según me informan, en la colonia hay galgos en venta o
regalo. Les doy las gracias y aviso a la directora y a la
maestra del colegio en que no me verán más si lo comenta a
mi hijo pequeño. Conociéndole como le conozco es capaz de
pasarse las horas pidiéndome un galgo.
Los galgos son esos perros extraflacos, feísimos en cuanto a
estética de animales de compañía, en mi gusto personal,
llamados en realidad lebreles y cuya constitución física los
hace perfectos para las carreras. Suelen utilizarse también
para la caza mayor en jaurías y para la caza del conejo y la
liebre.
Obviamente, yo nunca solicitaría un galgo como animal de
compañía. Ni ningún otro perro. Los únicos animales que
tolero ahora en mi casa son los peces en su pecera, y eso
que fue una insistencia de mi hijo.
He tenido, siempre, como animal doméstico varios perros de
raza pastor alemán con pedigrí. Creo que tuve cinco a lo
largo de mi vida. Todos ellos murieron. El último animal que
toleré fue un gato persa de abundante pelaje de color
naranja claro y ojos azules que fascinaban. Acabé
regalándolo a mi cuñado, el valenciano, porque mi hijo
acabaría en el hospital con el cuerpo lleno de arañazos.
Jugaban, los dos, en plan bruto. Mi hijo con un año y el
gato con dos no paraban de estar unidos a todas horas. Mi
hijo le retorcía el cuerpo hasta dejarlo en posturas
inverosímiles y el gato le agarraba el suyo con las uñas
bien extendidas. Además mordía. Jugando, claro. Luego se
dormían juntos como benditos.
Escribo de perros, galgos principalmente, porque me hace
mucha gracia, casi hasta partirme de risa, la declaración de
una baronesa de que nuestro país en un país retrasado
¿mental? en el trato a los animales.
Esta señora promueve campañas increíblemente vacuas
simplemente para que la prensa no deje de sacarla en
portadas.
Esa señora se emociona visiblemente cuando se habla sobre
galgos asesinados y es capaz de manifestar que las personas
relacionadas con ello “son bestias sin vergüenza que hacen
esas atrocidades y deben sufrir la misma moneda de cambio
que sufren los galgos porque la vida no sólo está en los
humanos, sino en las plantas y los animales”, ¡¡toma ya!!
Con ese poder, supuesto, económico que tiene, esa señora muy
bien podría emplear su capacidad para hacer publicidad sobre
las atrocidades de las guerras sobre la raza humana en
miniatura, los niños, y la hambruna que mata también y la
crisis que los ricos como ella promueven entre los
trabajadores. En vez de desperdiciar su tiempo y dinero en
unos animales que son utilizados como los cerdos, conejos,
gallinas, etc. Criarlos, matarlos y comerlos. Se los comen,
a los galgos, los animales de los zoos ¿no?
Tenemos sociedades protectoras de animales y plantas que
velan (?) por ellos y ellas, así que la participación de la
baronesa es más personalmente mediática que otra cosa. Tan
personal es su participación que intenta liarnos con su
declaración en que otros países son bastante diferentes al
nuestro, como EE.UU y Suiza por ejemplo, sin aclarar que en
los EE.UU los perros son utilizados frecuentemente en
apuestas caninas de sangrientas peleas y normalmente es un
plato de primera en los restaurantes chinos… ¿esa es la
diferencia? De Suiza no escribo ni digo nada, aunque en mis
frecuentes visitas al país de la banca nunca he visto a un
perro por la calle. Deberían estar prisioneros.
Esta señora, cuando vivía con uno de los tarzanes
cinematográficos en un ático de Barcelona, nunca sentía nada
por nada ni por nadie que no fuera ella misma. ¿Tanto ha
cambiado?, no lo creo. La puesta en escena es lo suyo…
¿verdad, ex miss España?
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