El cuco es un pájaro que ni fabrica nido, ni calienta
huevos, ni cuida de su prole, sin embargo siempre hay cucos.
¿Cómo es posible?. Pues llegado el momento de la cría entre
las aves, que normalmente coincide con la primavera, pone el
ojo en el nido de un pequeño pajarito, del tamaño de un
gorrión (el cuco es cinco veces más grande) y en el primer
descuido de la trabajadora avecilla, coloca su huevo en el
nido ajeno y se va, dejando todo el trabajo de cría a quien
creyendo ese inmenso huevo también suyo, acabará sin su
propia prole y al borde de la extenuación ante el instinto
insaciable del nuevo cuco, a quien sacará adelante pero a
costa de su vida y la de su genuina descendencia.
Se han dicho muchas cosas a lo largo de su ya dilatada
trayectoria pública de Juan Luís Aróstegui, la verdad es que
cada vez peores, pero en estos últimos tiempos está
transmutando su personalidad o tal vez dejándola aflorar
como nunca y ha iniciado una estrategia propia de ese sagaz
ave denominada cuco.
Para empezar, necesitaba encontrar un nido y una avecilla
demasiado ocupada en sacar adelante su nidada, como para
caer en la cuenta de que le estaban colando en su propio
nido, que tanto trabajo le costó producir, un huevo ajeno,
deparador de consecuencias incalculables.
Y cual ávido cuco, Aróstegui en un vuelo rasante, le ha
colado el huevo gordo al incauto de Mohamed Alí, que ahora
tiene que decidir qué hacer con el nuevo inquilino que le
han depositado en su casa sin que nadie le haya dado permiso
y que viene con la intención de quedarse y comérselo todo.
Es decir, que Mohamed Alí tiene que elegir entre sacrificar
a su propia gente y su propio proyecto político para saciar
las ansias de Aróstegui o mandarle a hacer puñetas al carota
de la semana (más bien del siglo).
Aróstegui es un desahuciado de la política ceutí, que sólo
se sostiene por el rencor hacia el pueblo que le ha dado la
espalda y que necesita como alma en pena vivir dentro de
otro cuerpo, porque el suyo hace ya mucho que dejó de
existir.
No tiene otro proyecto político que el de saldar deudas,
esparcir ira y ensuciar todo lo que haya a su alrededor. Es
cacique, es sátrapa y además pueblerino, pero no le gusta
trabajar, sólo piar, eso si, con un canto distinto, el del
cuco.
Alí, es nuevo, pero no parecía tonto. Siempre se le ha visto
algo impaciente, pero lleno de insultante juventud, con
margen de espera. Algo preocupado por su etiqueta de
musulmán, pero cada vez más centrado, mucho más que algunos
“cristianos” del lado derecho. En definitiva, en Alí muchos
ceutíes han puesto sus esperanzas para ser de momento quien
ejerza el necesario control del Gobierno de Vivas, cada vez
más necesitado de esto, y, quien sabe si más adelante, el
relevo natural del un agotado gobierno popular.
Parecía que sus acercamientos al PSOE de Ceuta podían
mejorar sustancialmente su posición política en la ciudad,
pero esos contactos no fructificaron, seguramente por culpa
de ambas formaciones, PSOE y UDCE, si bien habría que
achacarle mayores al PSOE que, a pesar de su ruina local, no
ha perdido su “palomera” arrogancia.
Pero lo que si parece evidente, es que el proyecto de
asociación con el partido que lidera Aróstegui (que está en
liquidación por cierre y derribo), no viene sino a
finiquitar las pocas posibilidades de éxito de Mohamed Alí
en la política ceutí.
Aróstegui es un gafe, y gafará a Mohamed Alí. Se quedará con
su nido, echará a su propia gente, instalará a la del PSPC,
se comerá todo y acabará con la UDCE. La contaminará hasta
el punto de ser repudiada por los mismos que hasta ayer
votaban a Alí. Y el primer paso ya está dado: colocar su
huevo en el nido de Alí sin su consentimiento. ¿Y cómo lo ha
hecho?: Filtrando al medio de comunicación escrito en el que
el cuco escribe, el protocolo de colaboración entre la UDCE
y el PSPC y dándolo por bueno y aprobado, sin que todavía lo
conociesen ni, por tanto, lo hubiesen aprobado, la dirección
y las bases de la UDCE.
Mohamed Alí se está jugando su propia existencia política.
Aróstegui no, porque simplemente ya no existe.
Y una mínima reflexión de Alí o de sus compañeros de
partido, les llevará a la inevitable conclusión de que es
mejor que un proyecto político se acabe por si mismo, a que
muera por un virus llegado desde el exterior.
Ceuta necesita frescura, no momias, ideas nuevas, no
mensajes envueltos en polvo y esa frescura todavía la
representan Mohamed Alí y un notable grupo de jóvenes que le
rodean, que tiene ganas de trabajar por Ceuta, a los que
tiene que darles la oportunidad para hacerlo y deshacerse de
viejos carcamales de la política ceutí que en su momento,
que lo tuvieron, sólo trajeron ruina.
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