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OPINIÓN - MARTES, 24 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

El club de los fantasmas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Enterados están ustedes, porque nunca me canso de decirlo, que yo suelo leerme incluso los prospectos de los medicamentos; que ya hay que tener valor para hacerlo. Puesto que nada más enterarme de las contraindicaciones de cualquier medicina, lo primero que hago es encomendarme a todos los santos para que, una vez sometido al tratamiento, al menos me quede como estaba. Y todo porque los prospectos más que meterme el miedo en el cuerpo lo que logran es aterrorizarme.

Reconozco, pues, que ser lector compulsivo tiene también sus desventajas, y aspectos negativos. Y no sólo por esa obsesión de empaparme de cuantas explicaciones traen los impresos explicativos que acompañan a cualquier mercancía, especialmente medicamento. Sino por atreverme a leer ese escrito que los muchachos de UDCE y PSPC han dado en llamar protocolo que definirá las bases de colaboración entre ambas formaciones.

Es un escrito que si ha caído en las manos, cosa que no creo, del autor del Diccionario del español “eurogilipuertas”, Luis Díez Jiménez, habrá exclamado, a voz en cuello, que quienes han redactado ese documento merecen ser denunciados por corruptores de la lengua que hablamos y escribimos. Yo no llego hasta ese extremo. Por razones obvias. Aunque cuanto más veces leo lo escrito por el trío de la bencina; es decir, por Mohamed Alí, de un lado, y del otro, por Iván Chaves y Aróstegui, más me afirmo en la idea de que éstos merecen que a chufla los tome la gente. Por mucha pena que a mí me dé lo que acabo de decir.

Pena, sí; han leído ustedes bien. Pena por Mohamed Alí. De quien creí, en su día, que estaba sumamente capacitado para convertirse en un político destacado y, sobre todo, necesario para defender los intereses de esta ciudad. Pensamiento compartido por otras muchas personas que nada tenían que ver con la UDCE y que ni siquiera habían hablado nunca con su líder.

Pero Alí, que pronto se sintió frustrado por creer que el trato recibido del Gobierno presidido por Vivas no era el que él merecía por ser el segundo político más votado, le dio rienda suelta a su susceptibilidad. Y ya fue propenso a sentirse ofendido o menospreciado por cualquier quítame allá esas pajas que procediera de los gobernantes. Y comenzó a desnortarse sin prisas pero sin pausas. Y aparecieron sus vaivenes continuos y sus decisiones tan extrañas como inoportunas en todo momento para su credibilidad cual político. Crédito que fue cediendo entre propios y ajenos a sus ideas.

En realidad, MA ha venido comportándose de manera tan absurda como para que su popularidad haya descendido hasta extremos insospechados. Y, para colmo, el demonio, que está al cabo de la calle, lo ha tentado para que se eche en los brazos de un tipo perdedor y que suele contagiar su mal bajío. Y ha picado.

Y así, poniendo su firma en ese protocolo, bodrio por cualquier sitio que se lea, ha conseguido entrar, al fin, a formar parte de eso que Chaves y Aróstegui llaman estar “incardinados en el espectro ideológico de la izquierda”. Una frase que, traducida al español de toda la vida, significa que Alí pertenece ya por derecho propio al club de los fantasmas localistas. Grupo capaz de convertir a Ceuta en un paraíso. A chufla se los debe tomar la gente. Y a mí me da pena por Alí. Créanme que sí.
 

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