El secretario general de
Comisiones Obreras se va deslizando cada vez más por la
ladera que conduce a la sima de los despropósitos porque no
atiende a quienes vienen recomendándole que se ponga en
manos de ese especialista que sea capaz de quitarle de la
cabeza la animadversión que siente por Juan Vivas.
Su odio contra el presidente de la Ciudad es africano. Nunca
mejor dicho. Y un sentimiento de hostilidad y deseo de
venganza, motivado por el convencimiento que tiene de que
Vivas está ocupando el sitio que en justicia debería
corresponderle a él, debido a que se cree el hombre más
inteligente de esta tierra, ha convertido a Juan Luis
Aróstegui en un tipo rencoroso, pendenciero y belicoso.
Aróstegui no termina de hacerse a la idea de que es un
político fracasado. Y es así, porque los votantes le han
dicho repetidas veces que no les gusta nada de cuanto dice o
hace. O sea, que no lo quieren ni en pintura. Pero el
fracaso lo compensa insultando a Juan Vivas desde hace años.
Tratando por todos los medios de denigrarle y pensando día y
noche que en cualquier momento se le puede presentar la
oportunidad de ver realizado su gran sueño: sentar a Vivas
ante quienes lucen puñetas en las bocamangas.
Es la obsesión de un Aróstegui a quien el rencor ha
trastornado hasta extremos insospechados. Pero él no se
percata de que el rencor es tóxico y que éste, dado que
tiene las propiedades del veneno, terminará causándole
estragos. De momento se le nota muchísimo que si rigiera
bien no insistiría en tantas contradicciones ni pecaría de
incoherente a cada paso.
Días atrás, por ejemplo, cuando decidió tomarla con el
Delegado del Gobierno, primero lo acusó de ‘mercader de
miserias’ y luego, al día siguiente, destacó su gran labor
al poner orden y honradez en el Plan de Empleo. Toda una
demostración de que su chaveta, repleta de toxicidad, lleva
ya tiempo dando vaivenes.
Juan Vivas no es infalible. Faltaría más. Pero es el
presidente que los ceutíes han elegido por una mayoría
absoluta en dos ocasiones. Un presidente que significa la
moderación, el equilibrio, la prudencia, el sosiego, las
buenas maneras... Y a quien resulta muy difícil verle hacer
aspavientos o comportándose como un excéntrico.
El secretario general de CCOO, además de salir a la palestra
a darnos una lección de amor por todos los chavales que se
hallan descarriado, menuda piedad la suya, se ha sentido
ofendido porque el director general del Centro de Menores,
Juan Hernández, haya dicho que la rebelión de algunos
internos se puede haber producido por las denuncias que
anteriormente hizo el sindicato sobre los malos tratos.
Y ha puesto el grito en el cielo. Y ha hablado de
“delincuentes profesionales, que se sientan con traje en las
mesas y se llevan a mansalva el dinero de todos”. Si lo
sabrá él, que estuvo como concejal de Hacienda e hizo y
deshizo a su antojo en compañía de un compinche que sigue
lamentándose de los muchos dineros que invirtió en la
carrera política de un perdedor nato.
Pero, entre tantos rebuznos, a Aróstegui no se le ha
ocurrido recordar el dado por aquel sujeto que declaró que
cada vez que pasaba por delante del Centro de Menores,
caminando hacia el monte, oía los alaridos de los menores
que eran azotados por sus vigilantes. Por qué será...
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