MÁs de 200.000 espectadores y doce meses de éxito continuado
en el Teatro Lara de Madrid avalan ‘La curva de la
felicidad’, que llega hoy a Ceuta para sumar más
espectadores y más éxito. Pablo Carbonell, actor y showman
muy popular desde su militancia en el grupo Toreros Muertos
hasta su ingenio como hombre Caiga Auien Caiga, interpreta
el papel protagonista: el de Quino, con el que ha hecho reír
a carcajadas por su irritante indecisión y su incapacidad
para vivir la vida a tope a los 40 –un personaje que nada
que ver con Carbonell–. Por su parte, el televisivo Jesús
Cisneros –el de ‘Lleno, por favor’ o ‘Al salir de Clase’
hará sonreír con su falsa prepotencia de ‘macho ibérico’. A
vueltas con la comedia, Carbonell cree que “es algo serio”,
ya que “nace de los conflictos reales”. Cisneros confirma
que se trata de “una invitación a la reflexión”, porque
“¿quién dijo que el hombre era el sexo fuerte?”.
Pregunta.- Estamos ante una comedia reflexiva sobre un
tema que a mucha gente le hace llorar: la crisis de los 40.
Por lo que ha visto, ¿se lo toman mejor los hombres o las
mujeres?
Pablo Carbonell.- No es que hayamos hecho un profundo
estudio al respecto, pero lo cierto es que, por el tono,
deducimos que las risas proceden mayoritariamente del
público femenino. Es un honor inesperado. Nunca fue ese
nuestro objetivo, pero con eso nos hemos topado, para
nuestro regocijo. Esa diversión que nos llega del patio de
butacas, esos codazos a los novios o maridos, nos resultan
muy estimulantes y desde luego parecen indicar algo. Quizá,
entre todos, hayamos conseguido reflejar pequeños fragmentos
de la vida cotidiana, actual, de algunas personas. Yo diría
que de muchas parejas. Es más, faltando a la debida
modestia, no debería decir “quizá”, sino “seguro”. Y eso
finalmente, para nosotros, es lo más bonito, lo que más
tenemos que agradecer.
P.- ¿Se ríe la obra más de los problemas sentimentales de
los hombres o de las mujeres?
Jesús Cisneros.- Esta obra no se ríe de nadie, muy al
contrario, los personajes no lo pasan nada bien. Lo que sí
puedo decirte es que con el planteamiento de esta comedia,
las que más se ríen son ellas, viendo reflejados en nosotros
a hombres de su entorno.
P.- ¿Existe la crisis de los 40 o es un mito?
Jesús Cisneros.- Sí; y la he padecido. Es más, sigo en plena
crisis de los 40. La crisis se produce al tener que afrontar
el ahora sin pensar en un futuro. Dejar de pensar en
proyectos y descubrir que ese futuro incierto e idealizado
que hasta ahora había sido el motor de nuestra vida es ya el
hoy y que no hay más. La crisis significa que empezamos a
vivir la segunda mitad de nuestra vida.
P.- ¿En qué medida sufren los hombres esta crisis y la mujer
no?
Jesús Cisneros.- Creo que la padecemos más los hombres,
porque pisamos menos la realidad. La mujer, histórica y
cotidianamente, está acostumbrada a padecer más dificultades
en la vida a y vivir más en contacto con la realidad.
Incluso la mujer tiene que ganarse a pulso ese derecho a la
ensoñación que todos necesitamos para sentirnos vivos. El
eslogan publicitario de la obra pregunta ¿quién dijo que el
hombre era el sexo fuerte?. Se trata, pues, de una
invitación a la reflexión.
P.- ¿Qué viste en Quino –el protagonista de la obra– y en
‘La curva de la felicidad’ para decidirte a protagonizarla?
Pablo Carbonell.- El eterno e inabarcable tema de las
relaciones de pareja. Cuando leí la comedia, me interesaron
las posibilidades que ofrecía para darle la vuelta a un
drama y hacerlo ver desde el humor. Nunca me ha interesado,
teatralmente hablando, ese tipo de comedia en la que los
actores se están haciendo todo el tiempo los graciosos para
provocar la risa del público. Soy de los que opinan que la
comedia es sobre todo algo serio, que nace de la observación
de los conflictos reales; y los actores deben recrear esa
seriedad, esa creencia de que lo que le está pasando al
personaje, como en el caso que nos ocupa, es lo peor que le
puede pasar. Quino está convencido de ello, está metido en
su problema hasta las cejas, no se puede ver a sí mismo y es
ahí, paradójicamente, donde reside lo gracioso de las
situaciones que atraviesa en la obra. Así sucede en la vida;
y lo que el teatro o el cine hacen es relativizarlo a través
de unos códigos que conforman lo que llamamos comedia. Si se
hace bien se estará ofreciendo al público la posibilidad de
que vea fuera, en el escenario, lo que tantas veces no puede
ver dentro de sí mismo. De hecho, ¿cuántas veces nos reímos
de los demás sin darnos cuenta de que, en el fondo, nos
estamos riendo de nosotros mismos?. Lo más sano, sin duda,
es cuando somos conscientes de que nos podemos reír de
aquello que nos ocurre.
P.- ¿Cómo debe afrontar el momento un cuarentón separado que
tiene que vender su piso y rehacer su vida?
Pablo Carbonell.- Los problemas de Quino básicamente se
resumen en uno: la soledad. La soledad inesperada. Esa que
rompe los hábitos en los que ha depositado su confianza como
si fueran un vehículo que invariablemente conducirá al
futuro... Sólo que el futuro para Quino, ahora, es negro
como la pena. Como él mismo dice, está bloqueado, no sabe
qué hacer con su vida. Pero la vida sigue, se echa sobre él
en forma de tres curiosos personajes que lo manejan según
sus propios intereses. Zarandeado por las circunstancias y
paralizado por su indecisión, Quino hace y deshace
compromisos con pasmosa facilidad. Tiene la vana pretensión
de establecer una mínima coherencia en el desaguisado que él
mismo va formando en su entorno. La confusión y el desamparo
que eso produce, curiosamente, es lo que, prácticamente
desde el inicio de la obra y en conjunción con los otros
personajes, magníficamente interpretados por Antonio Vico,
Josu Ormaetxe y Jesús Cisneros, forman la complicidad con el
público, que se identifica y ríe con ellos.
P.- ¿Qué te ha aportado como actor la dirección de Celso
Cleto y dónde ves su huella en el montaje?
Pablo Carbonell.- Celso Cleto tiene una cualidad muy
interesante como persona y que sabe trasladar muy bien a la
obra: posee un gran sentido del humor. Es habilidoso para
recrear un clima de trabajo en el que no hay más obligación
que la disciplina, es decir, él, aunque conoce la obra mejor
que nadie, no viene con ideas preconcebidas para imponer a
sus actores. Naturalmente que tiene ideas y muy buenas, pero
prefiere primero saber acerca de los actores, de cuáles son
sus recursos y poco a poco ir hilvanando las propuestas que
van surgiendo. Personalmente, reconozco el enorme valor de
su paciencia, cualidad imprescindible para un trabajo en
equipo y de la que alguien como yo nunca se verá saciado.
Pero sobre todo, me ha ayudado su capacidad para divertirse
durante el trabajo. Es como un niño, siempre dispuesto a
pasárselo bien, a jugar con los personajes y, a través de
pequeños matices que se le van ocurriendo durante los
ensayos, revelar cómo son, cómo se relacionan entre sí y con
la vida. A ese respecto, su aportación ha sido muy creativa
y chispeante.
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Y después, a tocar en la Sala los temas de su primer disco
en solitario, ‘Aceitunas y estrellas’
Tras interpretar durante hora y
media a Quito en ‘La curva de la felicidad’, Pablo Carbonell
actuará en la Sala Café Club tres horas después (01.00),
donde presentará su primer disco en solitario, ‘Aceitunas y
estrellas’, “un trabajo sincero pero irónico, alucinado pero
coherente, musical pero sin perderle la cara a la
teatralidad”, explica. “Un disco que después de escucharlo
entero percibí que tiene filosofía propia: haz lo que te de
la gana y quédate a gusto”, indica Carbonell, quien ha
contado con Santiago Segura, Javier Krahe o El Gran Wyoming,
entre otros, para crear 18 Chulos Records, con el que”nos
hemos puesto a producir nuestros propios discos: a Krahe,
Diego el Cigala, la Antolojía de Wyoming y Reverendo y,
ahora, por fin, mi primer disco en solitario”, dice el que
fuera líder de Toreros Muertos en plena Movida Madrileña.
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