La ministra de Igualdad inicia un
proceso de escucha con organismos y asociaciones para
exponer las recomendaciones de los expertos en materia de
interrupción voluntaria del embarazo. Responde así a su
compromiso de escuchar todas las propuestas. Esto es lo que
anuncia en nota de prensa el Ministerio, a fecha 18 de marzo
de 2009.
Sin embargo, todo parece estar amañado ya, de cara a la
futura norma. Aunque la ministra de Igualdad, Bibiana Aído,
nos anunciase que va a poner oído y escuchar todas las
proposiciones. Aparentemente resulta incierto. La de los
obispos españoles no se manifiesta en la citada nota. En
cualquier caso, a mi juicio, es grave que se legislen normas
de vida sin consenso, porque sí, y se dé un puntapié a la
norma suprema, obviando que la vida humana es un proceso
continuo que comienza con la gestación. No es muy
democrático que digamos, lo que parece imponerse por motivos
ideológicos, donde han de prevalecer motivos humanos que
afectan a la humanidad. Se debiera ejercer el diálogo con el
vocabulario de las leyes morales sólidas, sin exclusiones,
cuestión semántica que graba el respeto a todos. No hay
conflicto que se resista a un lenguaje de hondura y de
crianza en la ética. Por ello, si el recurso a las armas
para dirimir las controversias representa siempre una
derrota al raciocinio, no menos cruel es el recurso a
imprimir normas de ordeno y mando. Hay una ley de vida que
está por encima de una ley humana, por muy poderosa que la
gestemos, y como tal debe respetarse.
La voz de la Conferencia Episcopal Española, aunque parece
que algunos quisieran ensordecerla, se agranda. El lema, es
bien claro y contundente: ¡Protege mi vida! Representa a
multitud de ciudadanos, a los que ampara y también cita
especialmente la constitución: los poderes públicos tendrán
en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y
mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con
la Iglesia Católica. Pues eso, que no existe una mejor
prueba del progreso de una civilización que aspira a la
alianza, que la del progreso de la concurrencia
colaboradora. Por otra parte, escuchar solamente lo que
halaga a los oídos es un mal remedio para responder
sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.
Cuando tanto se nos llena la boca de libertades y justicias,
proteger la vida de quienes van a nacer y ayudar a la
madres, así como prevenir las causas del aborto, debiera ser
el deber primero de un Estado que se dice social y de
Derecho. Sembrar confusión en el tema de la vida no es
lícito, porque no es justo. Para empezar, suelen omitirse
verdades que pueden ocultarse, pero no extinguirse. En
primer lugar, el aborto marca y produce una grave herida en
la madre, sobre todo de carácter psicológico y moral. Y, en
segundo lugar, desde que se produce la fecundación mediante
la unión del espermatozoide con el óvulo, científicamente
está demostrado que surge un nuevo ser humano distinto de
todos los que han existido, existen y existirán. En
consecuencia, la ministra Bibiana debiera obligarse por sí
misma a la escucha de estas gentes, que lo único que
pretenden es dar voz a quienes no la tienen, pero sí tienen
el derecho a vivir. Yo así lo creo.
|