Al final no te recuperaste... Ayer
a las 16.00 fue enterrado, siguiendo el ritual judío, un
ceutí emblemático al que la Ciudad, aun en vida, decidió
homenajear poniendo su nombre a un pasaje. Licenciado en
Derecho por la Universidad de Sevilla en 1955, Menahem
Gabizón estuvo como Decano largos años al frente del Colegio
de Abogados, compaginando su labor con la docencia en la
UNED y la presidencia de la Comunidad Israelita de Ceuta.
Entonó ayer el Kadish tu atribulada tribu, con tu cuerpo
presente en el tanatorio: “Itgadal veitkadash séme rabá
(Amén) Bealmá diberá jirhuté. Veiamlij maljuté. Veiazmaj
purkané vikareb meshijé (Amén). Bejaijeón ubiomejón ubjaié
dejol bet Israel. Baagalá ubizmán karib veimrú (Amén)”.
“Shemá Israel”, el último rezo en boca o espíritu de un
judío que habrás exhalado antes de fallecer; “Shemá Yisrael,
Adonai Elojenu, Adonai Echad”, “Escucha, oh Israel, el Señor
es nuestro Dios, el Señor es Uno”, que tú, como creyente,
recitabas dos veces al día en las preceptivas oraciones de
la madrugada y el atardecer. Tus deudos, previamente, te
habrán lavado (Tohorá) con mimo y atención: para honrarte,
por higiene, para dejarte preparado para el día de la
resurrección y para comprobar al lavarte con agua fría y
caliente, Menahem, que has muerte de veras y no estás
afectado por ningún estado transitorio de catalepsia. Tú
bien sabes, Menahem, que las costumbres judías son muy
rigurosas. Y supongo que al final, como recomendaba rabí
Gamaliel para no discriminar a ningún judío en la muerte,
rico o pobre, pobre o rico, te habrán envuelto en una
humilde y blanca mortaja (tajrijín) cubriendo,
pudorosamente, tus partes; a ser posible de lino, planta
bíblica bien presente en Eretz Israel, con su inconfundible
textura y color simbolizando, Menahem, el arrepentimiento y
la pureza. Viniste un día al mundo, Menahem y a los ocho
días tus padres cumplieron en ti el Brit Milá (Pacto de la
Circuncisión); al mes y delante del cohen (sacerdote)
viviste, aun bebé y si eras primogénito, el Pidión Habén
(Rescate del Hijo); a los trece años, un muchachito, te
ilusionaste con el Bar Mitzvá (rito religioso de paso);
disfrutaste de tu casamiento en la Jatuná o Jupá Vekidushín
y ayer, ayer Menahem, cerraste tu ciclo vital asistiendo, en
cuerpo presente, a tu Kevurá o entierro, mientras (entiendo)
tus familiares más cercanos habrán hecho la Keriá, rasgando
su ropa exterior. Tus deudos, Menahem, que ya dieron
comienzo a la Shivá o semana de luto y que, a los treinta
días de tu fallecimiento, te recordarán (Azkará) con un
Sheloshim, reuniéndose otra vez junto a tus amigos más
queridos al pie de tu tumba.
Tuve el honor de conocer a Menahem Gabizón en el ya lejano
otoño de 1994 en Oviedo, durante la entrega de los Premios
Príncipe de Asturias en “Cooperación Internacional” a Isaac
Rabin y Yaser Arafat. Presente en el acto, llamó mi atención
una pequeña comitiva venida de Ceuta, ciudad que para mí ya
era todo menos extraña desde los tiempos de la adolescencia.
Tuve ocasión, posteriormente, de entablar contacto con
Menahem Gabizón por diferentes motivos. Ayer, Menahem, se
nos fue para siempre no sin dejar en su entorno una profunda
huella. “Oye, oh Israel” se oyó ayer en el entierro. Yo
quiero sumarme a tu recuerdo homenajeándote con estas
sentidas líneas: “Sit tibi terra levis”, Que la tierra te
sea leve, Menahem. “Lei traot” pues, un día u otro,
cualquiera de nosotros emprenderá el gran viaje que tu ya
hiciste, Menahem. La paz sea contigo, la paz esté con
nosotros. Shalom.
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