He repetido hasta la saciedad que
cuando escribo de fútbol en este espacio se me quejan muchos
lectores. Y como tampoco le hace ni pizca de gracia al
editor, y esas son ya palabras mayores, procuro por todos
los medios opinar de higos a brevas del deporte rey. Y si
acaso sucede algo destacado.
Destacada ha sido, sin duda, la destitución de Benigno
Sánchez: entrenador que fue en su día hasta distinguido
con la medalla de oro de la Ciudad. De los técnicos de la
Asociación Deportiva Ceuta no he sido yo muy dado a hablar.
A no ser que algún técnico, incitado por algún que otro
directivo, se haya metido en asuntos que no eran de su
incumbencia.
Sánchez, con su acento cantarín, se presentó un día ante la
prensa, tras varios derrotas, para comunicarle a los
aficionados que se había pelado al cero porque reconocía que
no estaba trabajando tan duramente como le correspondía. Y
se quedó tan pancho. Y, claro, a mí además de darme un
ataque de risa me dio también por dedicarle una columna.
Con el paso de tiempo comprendí que Sánchez era
incorregible. Que parecía más que entrenador de fútbol un
actor secundario que buscaba engatusar a los aficionados a
troche y moche. Sus gestos, sus ademanes, su falsa modestia,
tan bien puesta en escena, tenían como punto culminante ese
pasear por la calle como si fuera un sonámbulo vestido con
un chándal que más bien parecía un pijama comprado en una
rebaja. En suma: el entrenador, como el torero o el artista,
además de serlo debe parecerlo.
En lo tocante a la capacidad táctica, técnica y estratégica
de Sánchez, amén de otros conocimientos exigibles a los
entrenadores, no diré ni pío. Porque no sé cómo trabaja.
Aunque es cierto que no se ha distinguido, al menos en
muchos de los partidos que yo le he visto jugar al equipo
cual visitante, por tener las ideas claras en el banquillo y
aplicarlas con la celeridad requerida en cada momento.
Incluso me atreveré a decir que su manera de moverse en la
zona dedicada a los entrenadores, me invitaba a pensar que
casi nunca sabía cómo enmendar yerros propios o aprovecharse
de los errores contrarios. Con lo cual poca, o ninguna
ayuda, podía ofrecer a sus futbolistas en los momentos
cruciales del juego. De modo que cuando menos se esperaba le
han dado la boleta.
A Sánchez le ha sustituido Carlos Orúe. Sí, hombre,
el entrenador que dijo que había que contratar los servicios
de un ayudante para evitarle a él lo mucho que se aburría en
esta ciudad. Vino a decir el jerezano, más o menos, que en
cuanto terminaba de entrenar a la plantilla le entraban unos
abrideros de boca insoportables y que entonces se acordaba
mucho de lo bien que podría estar dándose barzones por la
calle Larga de su pueblo. Y que para remediarlo era
conveniente que se fichara a un técnico paisano suyo, para
distraerse ambos viendo vídeos a todas horas. Me imagino que
serían de fútbol.
Ahora, sin embargo, he podido leer unas declaraciones de
Orúe en las que destaca que Ceuta es su debilidad. Mira por
dónde el técnico jerezano ha recuperado el buen gusto. Lo
cual es de agradecer. Esperemos, pues, que las tres cosas
que sabe este entrenador las explique bien y ello haga
posible que podamos celebrar nueve victorias seguidas. Es lo
menos que debe conseguir.
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