Donde dije digo, digo Diego”.
Todavía el pasado 8 febrero, el reformista y ex Presidente
de Irán entre 1997 y 2005, Mohamed Khatamí (ayer escribí
“moderado”, en obvia relación con el islamo-fascista
Ahmadineyad), confirmaba su disposición a batirse en las
elecciones presidenciales del próximo 12 de junio (fecha en
la que, por cierto, los marroquíes también están convocados
a unas decisivas elecciones municipales). Sin embargo el 17
de marzo anunciaba su renuncia a presentarse como candidato,
dejando en la palestra dos candidaturas: la del ex Primer
ministro Mir Hussein Musavi y la del ex Presidente del
Parlamento, Mehdí Karrubi, ambos de talante relativamente
abierto. En contra, el fanático y ultraconservador
Presidente actual, Mahmud Ahmadineyad, quizás arropado por
colaboradores próximos disfrazados como “independientes”.
¿Se está cociendo algún cambio en Irán…? El próximo 8 de
mayo deben cerrarse las candidaturas. Oficialmente, la
renuncia de Khatamí pretende evitar la dispersión del voto
“reformista” auspiciando además la concentración del mismo
en una sola candidatura (Musavi o Karrubi) intentando con
ello cerrar el paso a los halcones ultraconservadores,
partidarios de la línea dura y no fragmentar el voto, como
ocurrió en las elecciones de 2005. Sin embargo, Khatamí
tiene un tirón popular del que carecen Musavi y Karrubi.
¿Por qué entonces no forzar su candidatura…?. La explicación
más plausible es la percepción de Khatamí de que la poderosa
ala ultraconservadora le haría la vida imposible, bloqueando
sus intentos de reformas como ya ocurrió bajo su presidencia
entre 1997 y 2005. Presentando a Musavi, Khatamí podría
maniobrar desde la trastienda y mantener, llegada la
ocasión, su prestigio populista intacto. Por otro lado,
Musavi es un hombre de talante más neutro y con cierta
capacidad de consenso. Para Occidente el resultado no es
baladí, pues sin con el islamo-fascista Ahmadineyad no
dejarán de sonar los tambores de guerra, con los
“reformistas” al frente de la Presidencia habría quizás
alguna opción de diálogo. Aun manteniendo la política
oficial iraní de apoyo a sus satélites Hizbolá y Hamás, es
muy posible que con Musavi se rebaje la tensión, forzando a
unos y otros a retomar los sinuosos caminos de la
diplomacia.
La milenaria cultura iraní (con la peculiar aportación
última del shiísmo) y el mismo pueblo de Irán, se merecen
salir del aislamiento internacional al que le ha conducido,
primero la implacable dictadura de la revolución jomeinista
y, recientemente, la aventurera política neo-nazi de
siniestros personajes como Ahmadineyad, sobre el que remito
al lector a sendas columnas del 31 de marzo, 16 de agosto y
1 de diciembre de 2007, junto a las del 10 de enero y 1 de
febrero de 2008. ¿Es posible una evolución en el régimen
iraní….? Sería deseable y bien pudiera ser, pues hay
indicios que apuntan al hartazgo de una juventud sometida
ideológicamente a una dictadura islamista y que ve como,
pese a la riqueza petrolera, el país no acaba de despegar.
¿No será la irresponsable y agresiva política de Ahmadineyah
y los suyos una especie de salto adelante, a fin de ocultar
la crisis interna intentando galvanizar a la población
provocando un eventual ataque externo…?. Habrá que estar muy
atentos analizando, con mentalidad cartesiana, las
elecciones de junio en el país del pavo real. La paz se
merece una oportunidad.
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