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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 18 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Dichos hirientes
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Fernando Marín López fue un subdelegado del Gobierno que en el año de 1982 estaba hasta los cataplines del cargo que ostentaba. Y quienes le conocían llegaron a decir que las críticas acerbas recibidas a diario habían conseguido avinagrarle el carácter.

Pocos días antes de dejar su cargo, Marín López fue entrevistado por Francisco Amores, ‘Curro’, entrevista que conservo y en la que el famoso periodista le preguntó, entre otras cosas, lo siguiente: “¿Qué impresión ha sacado de los ceutíes?”. Y el subdelegado del Gobierno respondió así:

-El ceutí es un buen amante de su tierra, quizá excesivamente apasionado en juzgarla y defenderla. No consiente, además, ni una sola expresión de crítica referente a su ciudad. Y se significa por ser más español que nadie y habla de Ceuta como la ciudad más española. Pero todo ello es de palabra. Nunca de hecho” (jueves, 10 de marzo de 1982).

La contestación de aquel hombre, dolorido hasta extremos insospechados porque cualquier cosa que hiciera o dijera era enjuiciada con ferocidad inusitada, por lo más granado de la ciudad, reflejaba un tremendo dolor y un asomo de resentimiento contra quienes no tenían miramientos o reparos para sambenitarlo a cada paso.

Marín López dejó de frecuentar el famoso ‘Rincón del Muralla’, debido a que un día otra autoridad, con la que se llevaba mal, soltó en su presencia una frase hiriente, que en aquella época solía ser muy usada para indicarles a los foráneos ‘molestos’, el camino hacia la Península: “El barco sale a las ocho”.

Un dicho tan rancio, tan lleno de fobia hacia el forastero, y preñado de mentalidad estrecha y provinciana, que nada tiene que ver con esa mayoría de ceutíes dispuesta siempre a ser generosa con cuantos arriban a esta ciudad, fue cayendo en desuso, afortunadamente. Si bien es cierto que todavía hay individuos que disfrutan tratando de zaherir a los llegados de afuera con expresiones miserables. Yo las he oído y hasta he sido víctima de ellas en alguna ocasión.

Por todo ello, me sigue pareciendo ridículo como fuera de lugar que en una ciudad donde se nos llena la boca cuando hablamos de la unidad de España, los haya convencidos de que todas las personas llegadas de afuera, cuando les toque marcharse de esta ciudad por terminar sus funciones profesionales, ‘nos harán el consabido corte de mangas desde la bocana del puerto’.

Pensar así, aunque pueda haber casos aislados de autoridades maltratadas o de funcionarios que no hayan sido capaces de adaptarse a la vida de una Ceuta a la que se puede echar de menos cuando apenas se han pasado tres días lejos de ella, no es de recibo. Y, desde luego, airearlo contra alguien es más grave que recurrir a los insultos.

Cualquier ciudadano que se manifieste contra los venidos de la otra orilla, porque sí, no hace sino denigrarse. Pero si quien lo hace es persona formada en todos los aspectos y político aspirante, por qué no, a convertirse en candidato a un cargo donde nadie le pueda decir dónde debe sentarse, resulta absurdo. Y la mejor manera de tirar piedras contra el tejado de sus deseos fervientes de hacer la mejor carrera política. Y, por encima de todo, perjudica a la muy noble y leal ciudad donde le nacieron. Lo cual es puro accidente.
 

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