Mi aprecio por Nicolás
Fernández Cucurull es indiscutible. Y pruebas creo
haberle dado de ello, desde que le conocí cuando el senador
estudiaba en Sevilla y su amistad con Juan Vivas
empezaba a fraguarse.
Hace dos semanas hallé a Fernández Cucurull y, como ha sido
siempre costumbre en mí, le hablé con claridad meridiana de
un asunto que le había afectado muchísimo a él. Arriesgué en
mi parecer porque tengo asumido que Nicolás es hombre
prudente e incapaz de dejar a nadie en la estacada. Por más
que a mí me importe un carajo, con perdón de mis lectores,
verme en esa clase de situaciones comprometidas.
A Nicolás lo tenía yo catalogado como alguien vulnerable a
las censuras y poco dado a responder a éstas con saña. Pero
he comprobado que ese conocimiento de él, que yo me
otorgaba, basándome en su fisonomía y en ciertos
comportamientos repetidos, era erróneo. Y me ha podido la
desilusión.
Pero no es una decepción causada por saber que ya no podré
presumir más de conocer a las personas por su aspecto
exterior ni tampoco porque mi ojo clínico haya quedado peor
que lo hizo Cagancho en Almagro, no; la decepción consiste
en no haberme enterado de que nuestro senador estaba
haciendo un master para especializarse en sarcasmo.
O sea, estudiando todos los resortes posibles para hacerle
sangre a los adversarios dialécticamente. Y el master, según
sus declaraciones sobre el delegado del Gobierno, el domingo
pasado, ha sido todo un éxito. Puesto que las palabras de
Fernández Cucurull, revestidas todas de malaúva, las hubiera
firmado el mismísimo don Francisco de Quevedo y Villegas.
No esperaba yo, ni por asomo, ese ataque de burla
despreciativa contra José Fernández Chacón por parte
de NFC. Y todo porque el de Utrera, harto de oír que Ceuta
antes de ser presidente Aznar era un corral de vacas, haya
podido errar en dar a conocer la ejecución de los
Presupuestos Generales del Estado de 2088, correspondientes
a esta ciudad.
Y no lo esperaba –perdonen mi redoble de tambor- porque
desconocía que Nicolás había sumado una carrera más a las
que ya tiene. Me refiero, lógicamente, a la especialidad de
mofarse de los socialistas que se atrevan a poner en duda
que en esta tierra todo lo bueno que se ha hecho ha sido
obra de Aznar. Por más que sea cierto que éste, menos
venir de visita como presidente de España, dio pruebas de
acordarse de esta tierra.
Fernández Chacón ha sido concejal en Cádiz, senador y
diputado, durante nueve años, y seguramente lleva razón
Nicolás al decirnos que no se le reconocen intervenciones
destacadas como parlamentario nacional. Vamos, que su misión
ha sido siempre la de pulsar el botón, o no pulsarlo, a la
hora de las votaciones.
Y que el utrerano será todo lo licenciado en Ciencias
Químicas que sea, pero que carece de ese pico de oro tan
valorado en Madrid. Pues bien, a pesar de todo sigo pensando
que las declaraciones de Fernández Cucurull han sido
improcedentes. Por razones obvias. Sobre todo cuando hay
padres de la patria que usan su escaño en Madrid para
bienestar propio y para poder pasear con la amiga de turno.
Por eso, y porque hay que censurar acorde con el error
cometido, el senador se ha excedido en esta ocasión.
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