Para comprender con exactitud la
transformación experimentada por la mujer a lo largo de la
historia deberíamos conocer, en primer lugar, cual era su
situación en épocas pasadas donde, simplemente, ocupaba una
posición subordinada en relación al hombre. La mujer se ha
visto siempre relegada a una determinada estructura familiar
donde, carecía totalmente de derechos políticos, libertades
e igualdad jurídica a los que debemos añadir, su función
social circunscrita a lo doméstico, a las labores de la
casa, de la procreación y del cuidado de los hijos
subordinada legalmente al hombre, padre o esposo.
La Revolución Francesa y las demás revoluciones
liberal-burguesas plantearon como objetivo central la
consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y
derechos políticos exclusivamente para el hombre, no al
conjunto de los seres humanos. A partir de aquel momento, en
Europa Occidental y Norteamérica se inició un movimiento
denominado feminismo que luchó por la igualdad de la mujer y
su liberación. Durante ese período, el principal objetivo
del movimiento de las mujeres fue la consecución del derecho
al voto para, posteriormente, reivindicar derechos sociales,
acceso igualitario a la educación, al trabajo remunerado,
etc.
Reivindicaciones que la sociedad española del siglo XXI aun
no ha alcanzado en muchos aspectos, manteniéndose la lucha
de un colectivo cada vez más amplio que exige la igualdad
absoluta entre hombres y mujeres valorando equitativamente
los meritos y las capacidades de los trabajador@s en las
empresas españolas, atajando definitivamente aquellas
posiciones obsoletas que minusvaloran a las mujeres por
considerarlas inferiores respecto al hombre perjudicando
gravemente nuestro avance empresarial. L@s mejores deben
ocupar los puestos de mayor responsabilidad estimando
exclusivamente las capacidades de l@s mism@s sin exclusión
alguna.
No obstante, esta reflexión constituye una utopía ya que la
realidad nos demuestra su imposibilidad. Las empresas
españolas muestran, una y otra vez como, los puestos de
responsabilidad son ocupados por hombres cuya inferioridad
es compartida con quienes adoptaron tal decisión. Decisiones
arbitrarias argumentadas en el complejo de inferioridad que
atesoran la inmensa mayoría de quienes nos agrupamos en el
género masculino. En definitiva, la sociedad española
evolucionará, en su justa medida, en el instante en que se
valoren imparcialmente las capacidades de todos los
individuos eliminando complejos del pasado.
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