Vengo de recoger un montón de
cartas de Correos. Casi todas ellas contienen facturas;
comunicados de Telefónica en los que predomina el sí pero
no; alguna carta perdida de algún familiar más perdido aún,
cosa que resulta ser una reliquia de la antigüedad si
entendemos cómo está el correo hoy en día: ¡electrizado!;
muchos sobres con publicidad que se los regalo a la señorita
que me atiende; otros sobres…, bueno no estoy escribiendo mi
diario, pero casi.
Escribiremos sobre los anónimos.
He recibido muchos anónimos, demasiados para lo que me
merezco, en mis e-mails, correos electrónicos para el que no
lo sepa, y en comentarios a mis artículos que publico en
tres diarios excepto “El Pueblo de Ceuta” donde han de
escribir al director con nombre y apellidos.
Todos, absolutamente todos, coinciden con la suprema
interpretación que hace nuestro tan manido Diccionario de la
Real Academia, en su cuarta acepción: “Carta o papel sin
firma en que, por lo común, se dice algo ofensivo y
desagradable,”
Normalmente nunca me ofenden esas cartas y/o comunicados de
anónimos porque son eso: nada y nadie. Sin embargo no las
dejo de lado, ni mucho menos respondo, porque las utilizo
para analizar el pensamiento humano ajeno en determinadas
situaciones.
Cabe destacar que por la simple lectura de uno de esos
anónimos, frecuentemente publicados en comentarios de blogs,
se descubre el que está detrás del mismo; el autor o autora
se delata por su escritura, por la forma que tiene de
componer las frases y por la forma que quiere hacerla
tremendamente ofensiva cuando no resulta más que un
compendio de ignorancia.
Algunos de esos anónimos, los menos, suelen incluir la
palabra soez en sus comentarios y señalando al autor del
artículo al que responde. Esos anónimos, los menos, son
simplemente curas que se escandalizan cuando escribo sobre
abortos, espermatozoides y pajas. Tres palabras que vienen
en nuestro diccionario y que suelen hablarse en la calle… o
se tratan de señores cargados de bilis y nostalgias de
tiempos remotos y en los que, por suerte no volverán nunca
jamás, la hipocresía está presente en cada molécula de su
cuerpo. Si, esos que mantenían, ¿mantienen?, queridas con
las que se daba el lote mientras ponía cara de ser un señor
con la moral muy firme y componer un matrimonio muy sólido,
de cara a la galería.
¿A cuántas dejaron embarazadas sin posibilidad de aborto?...
vaya Vd. a saber.
Esos cobardes que se esconden tras la palabra anónimo no son
otra cosa que simples trolls que solo busca provocar
intencionadamente a los autores y a los lectores de los
medios de comunicación creando controversias para provocar
reacciones previsibles con mensajes groseros, ofensivos o
fuera de tema, con provocaciones y mentiras difíciles de
detectar y con la intención de hacer confundir y provocar la
reacción de los demás. Como deben saberlo, la palabra troll
es, en inglés, un tipo de pesca. La idea de morder el
anzuelo no me va.
Esa gente, que firma como anónimo, suele tener los ojos
vendados ante la cruda realidad y pone el grito en el cielo
aupado en su falsa moralidad… cuando a la hora de la verdad
sus ojos se van detrás de un trasero o miran de reojo el
escote de las niñas.
De otro tipo de anónimo, el gracioso o simplemente
gamberrete, no lo trataremos. Ni siquiera se merece que le
ponga una línea y pese a ello la he puesto.
La falsificación de la personalidad es un juego del que
surge la confusión entre lo físico y lo epistémico. Yo me
limito a escribir mi opinión, meramente personal, que puede
ser o no controvertida sobre cosas y hechos que los
considero de una manera concreta sin atenerme más que a lo
que leo, oigo y veo.
Bueno, ya vamos entrando en un nuevo fin de semana y, como
todos los sábados, estoy impaciente por estar en la tertulia
de la Casa donde Amores y Mateo preparan suculentos
desayunos-almuerzos y con los Carmona, Catena, Corral, Lago,
Moreno, Vera, etc. charlamos de putillas, maricones y
fútbol, para escándalo de los anónimos aunque éstos no se
enteran.
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