Haciendo de la necesidad virtud y
agarrando con prudencia el volante, acabé el jueves con
asuntos de intendencia doméstica en el centro comercial “Marjane”,
ya saben, sito por la antigua ruta de Ceuta en las afueras
de Tetuán. Cual sería mi sorpresa al recibir, hacia las
20.00 locales, una llamada de Abdelkader, el activo hermano
de Abdeselám Hamed Laarbi, el conocido taxista ceutí cuyos
avatares bien conocen los lectores. Tras fundirnos en un
afectuoso abrazo Abdelkader, que venía de Uazzán (yo lo
escribo así, barriendo para casa y huyendo del afrancesado
Ouazzane) acompañado por uno de sus hijos y de Rahma, la
fiel esposa de Abdeselám, me enseña radiante el punto final
de la historia: la sentencia absolutoria que acaban de
recoger de manos del abogado, Mohamed Ghoudane. Viajes
aparte, esta laboriosa y honesta familia de Ceuta pagó tan
solo los honorarios del letrado, mil euros. Ni uno más en
concepto de nada. De ello doy fe y levanto acta. Tome pues
nota la ciudadanía ceutí por si, en algún momento, se ven
afectados por algún problema al otro lado de El Tarajal: de
frente y por derecho, con asistencia letrada profesional y
con el pasaporte de tapas rojas en la boca. Si un ciudadano
español, no importa el nombre, la etnia y la religión, se ve
inmerso en cualquier problema en Marruecos, ya sabe lo que
tiene que hacer: si ha cometido un delito, obviamente que lo
pague. Pero asistido siempre por las autoridades
diplomáticas españolas, que para eso están entre otras
cosas. Y en cuanto al Reino de Marruecos… que deje de marear
la perdiz: cualquier “Mohamed” o “Fatíma” con pasaporte de
tapas rojas, detenido por cualquier causa, debe ser tratado
como lo que es: ciudadano español. “Ah José Luis chof jai,
es que yo también tengo, tú sabes, pasaporte de tapas
verdes, marroquí, ya sabes…”. Pues jai, decídete y tu verás:
cuando salgas de Ceuta y entres en Marruecos, tú mismo: te
sobra uno de los pasaportes. Llevar los dos, chungo. Y en
cuanto al CIN que seguramente te viste obligado a sacar,
para poder casarte por el rito islámico y que a buen seguro
figura en el registro informático de los vecinos, pues a ver
por donde acaba saliendo la cosa… Uno de los asuntos que, a
cara perro y con las cartas encima de la mesa, deberían de
solventar los gobiernos de España y Marruecos. Digo.
Ayer viernes, el esfuerzo y las emociones del día anterior
(por la mañana, en Ceuta, el neumólogo me encareció una
larga y prudente convalecencia) pasaron recibo, por lo que
me tomé el sábado con parsimonia, absteniéndome de acudir a
las 16.00 en Tetuán a la presentación en el céntrico cine
“Español” de la “1ª Jornada Internacional sobre medios de
comunicación y sus objetivos en las relaciones entre
Marruecos y Europa”, en la que tendrían comprometida su
asistencia las primeras autoridades de la región y el
ministro de Comunicación para, más tarde a las 19.00 en el
“Centro Lerchundi” de Martil, asistir al coloquio del
profesor de filosofía Mohamed Bilal Achmal sobre su última
publicación: “Circunstancias orteguianas: artículos sobre el
pensamiento español contemporáneo”. Rabia me da pero es lo
que hay.
En casita pues me quedé, arropado con amor, “tarbuch” en la
cabeza, embutido en un cálido albornoz y calzando unas
cómodas pantuflas. A verlas venir y dejarlas pasar.
¡Cuídense, porfa!.
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