García Aldave se ha llenado de jabalíes. El animal no tiene
ningún depredador natural en su medio y la única forma de
control de su población son las jaulas-trampa que instala
Obimasa. Con el crecimiento de la cabaña se ha expandido la
caza furtiva. No en número pero sí en intensidad. Unos 90
euros se pueden obtener por un jabalí de 30 kilos en los
establecimientos que aceptan las piezas cazadas ilegalmente.
“El precio del kilo se sitúa en dos euros y medio y eso que
hace 20 años estaba a unas 500 pesetas”, explica el
presidente de la Sociedad de Cazadores, Antonio López. La
devaluación de la carne es signo inequívoco de que hay
abundancia en el mercado. Estas prácticas ilegales de caza
no son nuevas, “lo que antes aquí se hacía para comer, ahora
no. Ahora se hace para alardear en una tasca o para un
obtener un dinero que no hace falta”.
Los montes de García Aldave empiezan a florecer en este
época del año como preludio al estallido de la primavera.
Los furtivos hacen su actividad en pleno día. “Sin ninguna
vergüenza”, dice López. Cazan a los jabalíes de dos formas:
con trampas instaladas en los caminos abiertos por los
cochinos entre la hierba o dejando comederos en el monte
durante el día y esperándolos por la noche con una escopeta.
Antonio López se ofreció a mostrar algunos de los lugares
donde actúan los furtivos. La primera parada es una charca
cercana al Acuartelamiento de El Jaral. Entre el barrizal se
pueden ver algunos pelos de jabalí dejados tras su regocijo
por el fango. Algunos de los árboles próximos están
manchados de barro. Allí se rascan los cochinos después de
acicalarse. Es un punto habitual al que van los jabalíes,
hecho de forma artificial. Los furtivos crean las charcas
para tenerlos localizados. Por los alrededores, adentrándose
algo en el campo, se pueden ver caminos entre la hierba
horadados por los cochinos. En una de esas vías de jabalí,
López muestra un lazo de cuerda atado a un árbol apoyado
sobre una caña clavada en la tierra. Si el jabalí se enrosca
en la trampa, el lazo se estrecha. Y cuanto más tire, más
apretará. Así se queda o asfixiado o vencido, y en el último
caso sólo hay que rematarlo. López enseña varios árboles con
la corteza desconchada que queda como testigo mudo de la
lucha de los animales. “El campo está lleno de trampas de
este tipo, sólo hay que localizar un camino por el pasen los
jabalíes y seguirlo. Por allí habrá muchas. Hace poco la
Guardia Civil recibió un aviso porque un perro se quedó
enganchado en uno de estos lazos”.
El otro punto que enseña el cazador está junto al pantano
del Renegado. Hay un montoncito de pan dejado en un sendero
y un paquete de Marlboro y multitud de colillas en un punto
cercano, algo elevado. El punto está a unos ocho metros de
la pista que usan unos senderistas y a unos 30 de una
vivienda cercana. “Desde aquí- dice López señalando el
conjunto de colillas- se dispara. Está a siete metros y el
animal está vendido en cuanto entra por el camino. Tienen
que usar un arma del calibre 22 porque sino no sé cómo no lo
escuchan desde la casa”. El comedero lo rellenan durante el
día y el furtivo se aposta a la caída de la tarde. Lo hacen
los días de vendaval para que la dirección del viento impida
que el olor alerte al animal. El jabalí se acostumbra a
encontrar comida en un lugar determinado y cada vez acude
con mayor frecuencia. En verano los jabalíes tienen menos
facilidad para hallar alimento porque el terreno se endurece
al no haber lluvia y no pueden excarvar en la tierra. “En
esa época prácticamente pueden matar uno todos los días o
incluso más”.
López asegura que algunos restaurantes compran la carne
cazada ilegalmente a los furtivos. Esa carne no recibe
ningún tratamiento ni ningún tipo de inspección sanitaria.
“Es muy peligroso porque muchos pueden tener triquinosis que
es una enfermedad muy extendida entre los cochinos y se
transmite al hombre”. El presidente de los Cazadores
recomienda que “cuando se pida jabalí en un establecimiento
que exija el certificado veterinario que acredite que ha
pasdo unas inspecciones. Si es así, no hay ningún tipo de
problema para su consumo”.
La solución que propone López es que la Patrulla Rural de la
Guardia Civil puedan estar en el campo. Los furtivos
merodean sin ningún tipo de impedimento, “no hace mucho
cazaron a un jabalí a cinco metros de una casa junto al
arroyo del Infierno. Cuando salió el vecino, el furtivo
salió corriendo con la pieza campo arriba”. La Patrulla
Rural está ahora ocupada con la vigilancia del perímetro
fronterizo, “son muy buenos, acuden en dos minutos en la
zona del campo en la que se les requiera. Pero deben estar
en el campo”. López asegura que “no se han tomado en serio
las denuncias que se han estado haciendo en los últimos años
después vendrán las prohibiciones y los lamentos”, y
solicita que se regule la caza “¿es preferible que se haga
de esta manera que puede producir situaciones peligrosas a
hacerlo de una forma controlada y con todas las medidas de
seguridad?¿Hay alguien que no quiere que cacemos?”.
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