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sociedad - SÁBADO, 14 DE MARZO DE 2009


Lazo instalado en uno de los camino. h.m.

Caza furtiva en Ceuta
 

El rastro de los furtivos

El presidente de la Sociedad de
Cazadores, Antonio López, asegura
que algunos restaurantes venden la carne
de jabalí cazada ilegalmente que no ha
pasado ningún control veterinario previo
 

CEUTA
Fernando M. Caracena

ceuta
@elpueblodeceuta.com

García Aldave se ha llenado de jabalíes. El animal no tiene ningún depredador natural en su medio y la única forma de control de su población son las jaulas-trampa que instala Obimasa. Con el crecimiento de la cabaña se ha expandido la caza furtiva. No en número pero sí en intensidad. Unos 90 euros se pueden obtener por un jabalí de 30 kilos en los establecimientos que aceptan las piezas cazadas ilegalmente. “El precio del kilo se sitúa en dos euros y medio y eso que hace 20 años estaba a unas 500 pesetas”, explica el presidente de la Sociedad de Cazadores, Antonio López. La devaluación de la carne es signo inequívoco de que hay abundancia en el mercado. Estas prácticas ilegales de caza no son nuevas, “lo que antes aquí se hacía para comer, ahora no. Ahora se hace para alardear en una tasca o para un obtener un dinero que no hace falta”.

Los montes de García Aldave empiezan a florecer en este época del año como preludio al estallido de la primavera. Los furtivos hacen su actividad en pleno día. “Sin ninguna vergüenza”, dice López. Cazan a los jabalíes de dos formas: con trampas instaladas en los caminos abiertos por los cochinos entre la hierba o dejando comederos en el monte durante el día y esperándolos por la noche con una escopeta.

Antonio López se ofreció a mostrar algunos de los lugares donde actúan los furtivos. La primera parada es una charca cercana al Acuartelamiento de El Jaral. Entre el barrizal se pueden ver algunos pelos de jabalí dejados tras su regocijo por el fango. Algunos de los árboles próximos están manchados de barro. Allí se rascan los cochinos después de acicalarse. Es un punto habitual al que van los jabalíes, hecho de forma artificial. Los furtivos crean las charcas para tenerlos localizados. Por los alrededores, adentrándose algo en el campo, se pueden ver caminos entre la hierba horadados por los cochinos. En una de esas vías de jabalí, López muestra un lazo de cuerda atado a un árbol apoyado sobre una caña clavada en la tierra. Si el jabalí se enrosca en la trampa, el lazo se estrecha. Y cuanto más tire, más apretará. Así se queda o asfixiado o vencido, y en el último caso sólo hay que rematarlo. López enseña varios árboles con la corteza desconchada que queda como testigo mudo de la lucha de los animales. “El campo está lleno de trampas de este tipo, sólo hay que localizar un camino por el pasen los jabalíes y seguirlo. Por allí habrá muchas. Hace poco la Guardia Civil recibió un aviso porque un perro se quedó enganchado en uno de estos lazos”.

El otro punto que enseña el cazador está junto al pantano del Renegado. Hay un montoncito de pan dejado en un sendero y un paquete de Marlboro y multitud de colillas en un punto cercano, algo elevado. El punto está a unos ocho metros de la pista que usan unos senderistas y a unos 30 de una vivienda cercana. “Desde aquí- dice López señalando el conjunto de colillas- se dispara. Está a siete metros y el animal está vendido en cuanto entra por el camino. Tienen que usar un arma del calibre 22 porque sino no sé cómo no lo escuchan desde la casa”. El comedero lo rellenan durante el día y el furtivo se aposta a la caída de la tarde. Lo hacen los días de vendaval para que la dirección del viento impida que el olor alerte al animal. El jabalí se acostumbra a encontrar comida en un lugar determinado y cada vez acude con mayor frecuencia. En verano los jabalíes tienen menos facilidad para hallar alimento porque el terreno se endurece al no haber lluvia y no pueden excarvar en la tierra. “En esa época prácticamente pueden matar uno todos los días o incluso más”.

López asegura que algunos restaurantes compran la carne cazada ilegalmente a los furtivos. Esa carne no recibe ningún tratamiento ni ningún tipo de inspección sanitaria. “Es muy peligroso porque muchos pueden tener triquinosis que es una enfermedad muy extendida entre los cochinos y se transmite al hombre”. El presidente de los Cazadores recomienda que “cuando se pida jabalí en un establecimiento que exija el certificado veterinario que acredite que ha pasdo unas inspecciones. Si es así, no hay ningún tipo de problema para su consumo”.

La solución que propone López es que la Patrulla Rural de la Guardia Civil puedan estar en el campo. Los furtivos merodean sin ningún tipo de impedimento, “no hace mucho cazaron a un jabalí a cinco metros de una casa junto al arroyo del Infierno. Cuando salió el vecino, el furtivo salió corriendo con la pieza campo arriba”. La Patrulla Rural está ahora ocupada con la vigilancia del perímetro fronterizo, “son muy buenos, acuden en dos minutos en la zona del campo en la que se les requiera. Pero deben estar en el campo”. López asegura que “no se han tomado en serio las denuncias que se han estado haciendo en los últimos años después vendrán las prohibiciones y los lamentos”, y solicita que se regule la caza “¿es preferible que se haga de esta manera que puede producir situaciones peligrosas a hacerlo de una forma controlada y con todas las medidas de seguridad?¿Hay alguien que no quiere que cacemos?”.
 

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