Un reciente estudio sobre el
comportamiento de riesgo, llevado a cabo por un grupo
universitario, en Andalucía, (violencia, consumo de alcohol
y conductas sexuales), en estudiantes de la ESO, arroja unos
datos que dibujan una situación preocupante, sobre todo por
la pérdida de valores.
Al grupo investigador le produce inquietud el índice de
violencia escolar detectado. Así, el 20% reconoce haber sido
víctima de conductas agresivas y, de estos, uno de cada tres
participantes en este tipo de hechos. En líneas generales,
un 14,5% de los encuestados se declara agresor, un 66,4%,
testigos de esas actuaciones, de los que la mitad opta por
callarse, por lo que se considera como cómplice. En líneas
generales, un 30% considera que en sus centros hay “bastante
o mucha violencia”.
A los autores de este estudio les han llamado atención de
manera profunda, el concepto de violencia que tienen estos
jóvenes, para los que más de la mitad “pegar a un profesor o
a un compañero no es un acto violento”, aunque sí la burla
para un 70%. Un índice similar a éste considera que los
chicos que son agredidos los son “porque no saben defenderse
o porque son chicas”. Por los que respecta al vandalismo,
destaca un porcentaje por encima del 13%.
Siguiendo con el estudio de los investigadores
universitarios, ha supuesto un choque entrar en el entorno
de los institutos de Secundaria, donde el 5% dice “no tener
ganas de vivir” y han detectado que la educación no se puede
delegar en los profesores; ésta ha de partir de los padres.
De hecho, y según constata también el estudio, la formación
de los progenitores “es un factor protector en todos
comportamientos de riesgo”. En el ejemplo del “botellón
callejero”, decrece cuanto mayor es el nivel de formación de
los padres, si bien es la forma más extendida de consumo de
alcohol entre los jóvenes, seleccionada por casi la mitad de
los encuestados. En este sentido destaca el hecho de que más
de un tercio de los encuestados, con una media de 15 años de
edad, consume alcohol en lugares (pubs, discotecas y bares)
en los que el acceso y, a su vez, el suministro de este tipo
de bebida está prohibido para ellos. Curiosamente, el
porcentaje de chicas que consume alcohol es superior al de
los chicos. El “combinado” es la bebida preferida y se
inicia a una edad media de 14 años.
Respecto a las drogas, un 7% reconoce consumir drogas,
manifestando un menor consumo las chicas y siendo el
cannabis el estupefaciente de consumo más extendido, con una
media de edad de inicio de 14 años. Más de un tercio de
alumnos y alumnas dice no tener dificultades o tenerla rara
vez, para conseguir alcohol, tabaco u otras sustancias.
Otros de los aspectos del estudio, es la importante cantidad
de tiempo libre que emplean en el uso de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación. A diario,
más del 90% ve la TV y el 70% navega por Internet, dedicando
los fines de semana más de cuatro horas a cada una de las
actividades, y la mitad durante los días lectivos. El uso de
videoconsolas es menor, si bien el 50% juega con ellas en
días lectivos, casi dos horas y cerca de un tercio hace lo
propio tres horas durante el fin de semana. Así el 50%, más
las chicas, reconocer acudir al centro educativo con
teléfono móvil a pesar de que la mayoría de los centros
educativos lo prohíben.
En estos días, refiriéndonos al tema del acoso y violencia
escolar, quizás un poco oscurecido por la falta de
denuncias, ya que se considera como normal las agresiones
entre alumnos y de estos a profesores, un diario de tirada
nacional recoge la “condena a un colegio de Madrid “por no
impedir el acoso escolar a un alumno”. La audiencia de
Madrid fijó la indemnización en 30.000 euros, según la
familiar del menor.
El acoso que el niño sufrió durante dos años, dentro del
recinto escolar, sin que responsables intervinieran para
impedirlo, tal como denunciaron los padres del alumno, tuvo
lugar en 2006.
Este caso salió a la luz cuando los padres del menor lo
denunciaron: su hijo, entonces de 10 años, había sido objeto
de diversas vejaciones por parte de sus compañeros de clase.
Uno de estos episodios, cuando le grababan con una cámara,
varios alumnos le pegaban con la mano y con un estuche
blando, en la cabeza, la nuca, las piernas y la espalda.
Recibió 21 golpes: “Aquí no hay agresión. Es una pelea de
niños”, alegó el colegio.
Se destaca en la sentencia, “Cómo es posible que un colegio
llegue a ser parte acusadora cuando debe garantizar el
bienestar de los menores, y cómo es posible que culpe a los
padres del malestar del niño en el Colegio, cuando ellos no
intervienen en el centro. “Cuando dejas al niño en el
colegio son ellos quienes tienen la guardia y la custodia de
él, y quienes son responsables. Cuando lo recoges, debe
estar igual que cuando lo dejaste o mejor”. Asegura el padre
del menor que, la sentencia conlleva mayor condena por un
caso de acoso escolar en toda Europa”.
En principio, el Juzgado correspondiente determinó que los
golpes sufridos por el alumno no constituían “acoso
escolar”, en contra de la opinión del Defensor del Menor de
la Comunidad de Madrid y el de la Psicóloga que examinó al
niño, tras los hechos, argumentando por otra lado, la juez,
que el agredido había insultado con anterioridad a uno de
los agresores y que, lo ocurrido después, fueron hechos
puntuales y aislados.
Preocupa para la comunidad educativa y para la propia
sociedad, el elevado índice de acoso y violencia escolar que
se produce en las aulas, buena parte de esos hechos sin
denunciar, y algunos mal interpretados. Por otra parte, es
bueno que se tome nota del estudio universitario, porque en
él se aprecian datos que justifican sobradamente el fracaso
escolar y la pérdida de valores.
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