LUNES. 2
Hace ya un tiempo que cometí el error de medicarme la piel
con una crema que me hizo el efecto contrario. Y acudí
presto a visitar a don Rafael Vivas Guzmán. Médico
especialista en Dermatología. Y tardó menos que canta un
gallo en darme el diagnóstico y en recetarme lo apropiado
para dejarme sana la parte de la piel afectada. Ese mi
primer encuentro con don Rafael me permitió conocer a una
magnífica persona y a un extraordinario médico. Mientras
tanto, una persona muy querida por mí venía padeciendo unas
afecciones de la piel que, tratadas ya por tres
dermatólogos, no cedían. Y tuve al atrevimiento de pedirle a
Vivas que si podía oír a la paciente por teléfono. Ya que en
esos momentos le era imposible viajar a Ceuta. Accedió con
sumo gusto. Y tras escuchar atentamente diagnóstico,
síntomas y tratamiento al que estaba siendo sometida, sin
producirse ningún tipo de mejora, intervino con mano de
santo. Hoy, me lo he encontrado en el paseo del alcalde
Sánchez-Prados y le he confesado mi enorme gratitud.
MARTES. 3
He paseado la calle como otros muchos días. Y debo decir que
no había esa animación tan habitual de otras veces. Tal vez
porque cuando marzo marcea a las gentes se les quitan las
ganas de dejarse ver por los sitios céntricos. Aun así he
tenido la oportunidad de hablar unos minutos con Quico
Martel y Emilio Carreira. Lo justo para poder nombrarles
en estas páginas. Luego, cuando he llegado a la barra del
Hotel Tryp, me han preguntado si estuve el domingo en el
Murube. Y he dicho que no. Y han querido saber las razones
por las cuales he dejado de ir al fútbol. Y me he ido por
los Cerros del Ubeda. Porque me cuesta trabajo explicar lo
poco que me gusta ir al campo. Y, además, tampoco
entenderían los motivos que me han hecho desertar. Pero,
incluso siendo martes, pude comprobar que el partido
Ceuta-Cádiz seguía siendo la comidilla del día. Y así pude
enterarme de que la banda derecha del equipo gaditano,
compuesta por Cristian y Enrique, volvió a ser
decisiva, como ya lo fuera en Carranza, para que el partido
lo ganaran los amarillos.
MIÉRCOLES. 4
Se llama Iván Francesco Grugni. Con estos apellidos
no hace falta decirles que nuestro hombre es italiano. Un
italiano afincado en Ceuta y que se ha ganado con creces el
derecho a caerle la mar de bien a todos cuantos tenemos la
suerte de tratarle. Iván, además de saber mucho de fútbol,
es del Inter. Pero lo que importa es que regenta el ‘Dolce
Café’; establecimiento sito en la Gran Vía. Y, sobre todo,
destacar que Iván se nos ha revelado como una persona
educada, amable, con la sonrisa siempre presta y un deseo
enorme de hacer felices a cuantos tienen la oportunidad de
pegar la hebra con él. Cosa que he hecho esta mañana. Y a fe
que Francesco Grugni me ha alegrado la vida. Y eso que la
mañana no está para hacer del optimismo bandera. Puesto que
marzo, al igual que ayer, sigue marceando. A lo que iba: que
merece la pena entablar conversación con este Iván, alegre
como unas castañuelas, y todo un carácter mediterráneo.
JUEVES. 5
Me consta que María Antonia Palomo llevaba desde el
martes tratando de conseguir mi número de teléfono. Pero sin
suerte. Hasta que localizó a Mohamed Chaib y éste la
puso al aparato conmigo. La ganadora del Premio María de
Eza me dice cosas que suenan bien en mis oídos. Pero yo
le digo que también en bastantes ocasiones he estado en
desacuerdo con actuaciones suyas y no he dudado en
publicarlas. Eso sí, le vuelvo a dar la enhorabuena por
haber sido distinguida con tan importante galardón. Y ella
me responde que su llamada es para decirme que estoy
invitado el viernes a la entrega de ese premio. Un
acontecimiento que tendrá como marco el Salón del Trono. El
viernes, le he dicho a María Antonia que es un mal día para
mí. Ya que estoy pasando por una situación en la que debo
multiplicarme para cumplir con mis obligaciones, pero que
haré todo lo posible por estar a su vera en momentos tan
gratos para ella. Ojalá que sea así.
VIERNES. 6
A José Rocabert Rouco (aclaro cuanto antes que nada
tiene que ver con el cardenal Rouco Varela) le
conozco desde hace la tira de años. Y, durante tan gran
cantidad de tiempo, raro ha sido el día en el cual no
hayamos intercambiado unas palabras cuando nos hemos cruzado
por la calle. Y es que los dos solemos, aunque por razones
bien distintas, pasear esa rúe que a mí me entusiasma y que
él tampoco le hace ascos. Esta mañana, cuando me aproximaba
al edificio del Ayuntamiento para asistir a la entrega del
Premio María de Eza, nos hemos hallado y el trabar
conversación ha venido por añadidura. José Rocabert es
lector mío desde que comencé en este oficio. Un lector
exigente en todos los sentidos. Ya que, aunque le encanta el
continente, tampoco desdeña el contenido de cuanto lee. Mas
esta mañana le ha dado por tirarme de la lengua con relación
a Iker Casillas. Y además ha querido que haga de mago
de los pronósticos, como lo hacía aquel célebre Acisclo
Karag, periodista deportivo y médico. Y, claro, no me he
mojado; es decir, no le dicho lo que él quería oír: que el
Madrid, según marcha, terminará dándole una pasada al Barça.
SÁBADO. 7
Tengo motivos suficientes para contar con sumo gusto lo que
he visto en la clínica Jáudenes. Y le he reservado este
espacio porque hasta ayer no tuve la certeza de contar con
la fotografía de la protagonista a quien van dirigidas estas
letras. Se llama Encarnación Fayos, y no sé por qué
responde al apelativo de Maru. Pues bien, esta señora me
causó una gratísima impresión el lunes y martes pasado.
Resulta que esos días, en horario de tarde, hube de acudir a
la recepción de esa clínica para que me asesoraran bien y
con urgencia. Y tuve la suerte de encontrarme con
Encarnación Fayos. Una señora dispuesta en todo instante a
servir a los demás, y cuando digo a los demás, es a
cualquiera que se acerque al mostrador de la sala de estar
requiriendo información. Como esta mujer, entregada de lleno
a su trabajo, y dando clases de buenos modales y de saber
estar, puede que haya muchas. Seguramente las habrá. Pero
uno no tiene la suerte de hallarlas todos los días. Por
ello, no he dudado lo más mínimo en airearlo a los cuatro
vientos.
|