Tras los días tormentosos, pero
menos que en el resto del país, que hemos pasado, entro en
una mañana más en que me levanto alegre justo cuando el Sol
muestra las puntas de sus luminosos cabellos por el
horizonte.
Ya sé que al menos hay alguien que se siente molestísimo
porque me levante alegre y contento… ¿por qué no puede uno
levantarse alegre y contento? No puedo decirle a ese alguien
que se joda, porque no lo conozco personalmente y sin
embargo se que es alguien con el estómago muy mal puesto por
la de cabreos personales que tiene y que suele plasmarlos en
el periódico.
Hace dos días que he realizado un viaje relámpago, hoy día
cualquier viaje es así, precisamente a un sitio donde los
relámpagos disparan a mansalva y donde los toros aguantan
como estatuas los chaparrones.
En el cafecito del pueblo, café para todos según su edil,
nos reunimos algunas personas interesadas en el meollo
arquitectónico –por la parte técnica, no especuladora- para
trabajar en un proyecto de viviendas unifamiliares aisladas.
Una bendición de Don Dinero, porque en estos tiempos de
crisis siempre son bienvenidas las solicitudes de proyectos
de construcción. Ahora está por ver si éstos llegan a buen
término, porque son demasiadas viviendas inacabadas las que
tenemos en cartera por falta de liquidez de los
propietarios.
Entre plano y plano sacamos una especie de tertulia con
algunos lugareños, casi todos gente jubilada hace tiempo, en
la que predominó el mundo de los toros.
No soy aficionado a ese arte. Estoy más a favor del pobre
toro que de la supuesta valentía del torero, ver sufrir al
astado desde que sale del corral con la pegatina esa clavada
en el lomo hasta que cae en una larga agonía…
La decadencia del toreo, al menos en Catalunya, es patente y
la cosa podrá ir a menos, cuando comience la temporada, ante
la postura de muchos partidarios de anular las corridas.
Uno de los tertulianos, hombre ochentón pero de una
vitalidad desconocida en el ser humano, recuerda que siempre
acudía a toda corrida de toros que se organizaba, sea en
tientas o en plazas de ciudades o pueblos. Llevaba consigo
su bota de vino gandesano, su puro caliqueño que molestaba a
los que fumaban habanos, su pan con chorizo de pueblo de
entonces (con el pellejo auténtico de tripa de cerdo y no de
plástico como los de ahora) y la correspondiente munición
para arrojarla al torero que fallaba más de la cuenta: un
tomate madurísimo. Cuando era un buen día en que el torero y
el toro ofrecían un buen espectáculo, se zampaba el tomate,
no lo tiraba.
Solo he asistido a lo largo de mi vida a una corrida de
toros, hace mucho tiempo, muchísimo, pues tenía diez años
cuando acudí llevado por mi padre. Era en un coso taurino
que montaron en Ceuta, allá por 1957, y obviamente no puedo
dar nombres de toreros ni de toros con su peso. Solo
recuerdo que el toro parecía una bolsa de hemoglobina con
más agujeros que un colador. Espero que esta comparación no
levante la ira de alguien sabihondo que venga a replicarme
que se trata, la hemoglobina, de una heteroproteína
sanguínea de peso molecular 64 kD y de color rojo. Ya lo se.
Otro de los contertulianos ocasionales suelta la noticia de
que Camino y Tomás han devuelto las medallas de oro de
Bellas Artes al Gobierno porque no están de acuerdo con que
la hayan concedido a Rivera. Pregunto quienes son y
mirándome como si miraran a un extraterrestre me contestan
que son Paco Camino y José Tomas, que el otro es Francisco
Rivera…
Bueno, si quieren devolver las medallas están en su derecho,
puede que importe un pimiento esa acción que sólo demuestra
envidia malsana. Esa acción habla bien de cómo son esos
toreros. ¡Así va el país! Con la envidia y el rencor por
bandera. Malo, malo de veras.
Llego al momento en que me toca estar con mi hijo pequeño.
Le he prometido que iremos al Aquarium de Barcelona porque
está empeñado en conocer personalmente al sr..Tiburón. De
toros no quiere saber nada. Me dice que ya tendrá tiempo de
ver “a las mujeres” de los toros cuando vaya a Colonias
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