El progreso de la mujer es el
progreso de todos. Pocas causas promovidas por las Naciones
Unidas han concitado un apoyo más intenso y extendido que la
campaña para fomentar y proteger la igualdad de derechos de
la mujer. La Carta de las Naciones Unidas, firmada en San
Francisco en 1945, fue el primer acuerdo internacional que
proclamó que la igualdad de los sexos era un derecho humano
fundamental. Desde entonces, la Organización ha contribuido
a crear un legado histórico de estrategias, normas,
programas y objetivos concertados internacionalmente para
mejorar la condición de la mujer en todo el mundo.
Es en el siglo XX cuando se inicia la gesta emancipadora del
sexo femenino, y 1975 la fecha exacta en la que la Asamblea
de las Naciones Unidas reconoce el 8 de marzo como Día
Internacional de la Mujer. A lo largo de estos años muchas
cosas han cambiado. Si antes era un pensamiento errado
imaginar a una fémina en un alto cargo de trabajo, o
dirigiendo procesos, hoy eso es parte de lo cotidiano. La
mujer de esta era es más emprendedora. Sin embargo, lo que a
muchos preocupa, es que al tiempo que esto ocurre en algunas
latitudes, hay millones de zonas donde las niñas, jóvenes,
madres y ancianas, experimentan la violencia, el acoso
sexual y la desigualdad de derechos. Todos, sin exclusión,
estamos llamados a la tarea común de la construcción de la
igualdad para que existan más y mejores oportunidades en la
puesta en marcha de iniciativas emprendedoras, en la
erradicación de cualquier forma de discriminación salarial y
en un empleo de calidad donde sin duda perviven aún
importantes brechas de género que debemos, por justicia,
superar. Los Gobiernos han de promover el reforzamiento de
las medidas de conciliación familiar, para ellas y para
ellos. Actualmente la necesidad imperiosa de un trabajo
impide el desarrollo de una familia más estable por estar
penalizada frente a la tarea inexorable de un mercado
laboral complicado para coordinar trabajo y hogar para
ellos, y para ellas.
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