Mi chico se punta a Colonias,
disfrutará del medio ambiente puro en el campo, en las
estribaciones del Montseny, durante unos días. Disfrutará
del olor a estiércol, a vacas lecheras mugientes; retozará
en suelos no hollados por el monstruo de nuestra era, que no
es otro que el especulador inmobiliario.
Entretanto el padre tiene que tratar de resolver algunos
problemillas de otros padres y madres de compañeros
escolares del niño. Problemillas que aumentan cada día en un
país considerado rico por ciertos sectores de la economía.
Uno de esos problemas es la clara discriminación que hacen
los responsables municipales en sus sistemas de baremación
para escoger a los infantiles candidatos a Colonias: premian
con 50 puntos al alumno cuyo papá es socio de un AMPA
(Asociación de madres y padres de alumnos) resultando
excluyente esta puntuación.
Ser de una AMPA no puede ni debe ser obligatorio, al menos
por como funcionan esas asociaciones, y muchas mamás sin
media naranja al lado, muchos papás inmigrantes, muchos
ciudadanos en el paro y sin cobrarlo, no pueden permitirse
el lujo de pagar una cuota cuyo importe le serviría para
comer cada día. Además casi nunca pintan nada dentro del
ámbito de actuación de la Asociación, como no sea dar su
conformidad a cuanto se les ocurra a la Directiva que suele
ser siempre los mismos, aunque el hijo esté en la
Universidad.
Por ahora, al menos llevo desde septiembre observándolo, la
AMPA se traduce como un intermediario comercial en todos los
aspectos: desde ventas de libros, material y ropa hasta
organización de excursiones y todo previo pago de la
cantidad convenientemente explicitada.
No basta con que paguemos a nuestros parados con el 2.7% de
nuestro sueldo; con el impuesto de ¿lujo? denominado IVA
cuyo resultado final llega a ser del 50% sobre el precio
primario y de beneficio para Hacienda; con los IRPF de cada
ciudadano… etc.
Ahora resulta que la banca, de la que mencioné algunos
apuntes, le ha dado por encarecer los préstamos a la empresa
y a la familia, de consumo, un 11% cuando el BCE baja el
tipo de interés del dinero… ¡somos ricos para permitirnos
estos lujos!
Mientras por las calles se ven cada vez más a gente
necesitada que venden productos extraños, algunos rescatados
de la basura y “reciclados” a la manera doméstica; niñas y
niños merodeando por los alrededores de las terrazas y por
las calles céntricas con su manita extendida, muchas sin
lavar y todas sin tocar papeles de los libros escolares,
pidiendo algo para poder comer teniendo a la madre, al padre
o al explotador –todos lo son- vigilándolos cerca; adultos
de ambos sexos caminando con paso incierto por las amplias
avenidas de la ciudad cargados con el carro de compra que
significa todo su avío, toda su casa…
Las plazas de las poblaciones se van convirtiendo poco a
poco en lugares donde se asientan miles de inmigrantes
durante cada hora de todo el día de toda la semana de todo
el mes. No hacen nada, sólo observan como los cazadores
pendientes de la presa. Tal vez esperan su oportunidad de
cazar al vuelo algún bolso de alguna descuidada ciudadana y
con cuyo producto podrán tomar un bocata. Sin importarle los
cuatro años que les pueden caer o están interesados en ello.
Comidas y bebidas gratis, aparte de la cama y la ducha donde
se arriesgan bastante cuando se les cae el jabón.
Estamos en un país donde los ricos son más ricos y los
pobres más pobres. El ciudadano de economía media va siendo
cada vez menos, tal vez sea una especie en extinción.
Tres millones y medio de parados son muchos. Hablan a las
claras de la manipulación egoísta de la economía del país
por parte de los sectores más interesados en aumentar sus
ganancias que en otra cosa. Hacen bien en tener, los ricos,
mansiones fantásticas, yates enormes, coches de super lujo,
fiestas fastuosas…, pero al menos que reinviertan parte de
sus beneficios en los trabajadores pagándoles un sueldo
decente. Así se haría rico, de veras, el país de todos,
Ya se que es una utopía, pero por escribirla que no quede.
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