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OPINIÓN - SÁBADO, 7 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Abstinencia tecnológica
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

No deja de ser chocante que en esta época del año y desde cierto sector de la Iglesia, la que se dice católica, haya algún obispo, italiano por más señas, que recomienda, como un sacrificio más, entrar en una abstinencia tecnológica.

Recuerdo el término, desde que era muy pequeño, abstinencia y que entonces me sonaba a algo que estaba en el camino del pecado.

No sabía por donde, pero sí que ese término impedía, o trataba de impedir algo que, posiblemente, apeteciera a ciertas personas.

Así, pues, entonces se nos hablaba de la abstinencia, juntamente con el ayuno, de comer carne en determinadas fechas. Poca falta hacía aquella recomendación, en aquellos años, en los que ciertos sectores de la población veían la carne, si acaso, el día de la fiesta del pueblo, con lo que al seguir, a rajatabla, aquella recomendación para los viernes, no sé si de cuaresma o de todo el año, ya te quitabas el peso del “pecado”, pero te quedaba el hambre para aquel día y para los siguientes.

Simultáneamente con este tipo de abstinencia, a la que se unía, a veces, el ayuno, ha habido y hay quien obedecía ese mandato, otras recomendaciones empujaban a abstenerse de ciertas apetencias, casi siempre carnales.

Estas recomendaciones, muy generalizadas, casi siempre partieron de personas mayores que, por su edad, su organismo no le estaba reclamando “demasiada juerga”. Porque, que yo sepa, nunca ha venido este tipo de recomendación hecho por una mujer de treinta años o por un hombre de esa edad o más joven.

Eran estas recomendaciones el típico caso de la hipocresía y la doble vida que tanto se protegió y que la propia Iglesia no abordó con dureza en ningún momento.

Una cosa era lo que se decía y otra lo que se hacía o lo que, en su fuero interno, pensaba que se podía hacer.

Ni que decir tiene que, dentro de la propia Iglesia, aunque fuera con dispensas pagadas, la abstinencia de comer carne se dejaba de lado, en muchos casos. La abstinencia de lo otro, no se atrevió jamás la Iglesia a ponerla como practicable, a cambio de unas pesetas.

Pues bien, como el tiempo pasa, corre y avanza, ahora nos salen con la abstinencia tecnológica, para ciertos días y en ciertas circunstancias, y que consistiría en dejar de mandar mensajes o hablar por el teléfono móvil, especialmente. Una auténtica chorrada. Y es hora de preguntarle al monseñor que en Italia acaba de hacer esta recomendación, que en qué va a mejorar o a empeorar el mundo o la conducta de una persona poniendo tres mensajes o dejando de poner siete un día. Creo que es una recomendación ad absurdum y sin sentido para nadie.

Quienes hacemos uso, a diario, y muchas veces al día, del teléfono móvil, como es mi caso, ni poniendo cinco mensajes un día, ni tampoco dejándolos de poner, vamos a lograr la gloria, ni nos vamos, por ello, a condenar a perpetuidad.

Hace ya unos días, cuando escribía sobre el entierro de la caballa, apuntaba a encuentros entre lo puramente religioso y lo profano. Hasta ese momento era lo que venía trayendo la tradición, pero ahora, la Iglesia, parte, por delante nos recomienda abstenernos de hacer uso del móvil. Aunque parezca mentira, los que se han creído muy cerca de Dios, siempre estuvieron demasiado alejados de los hombres.
 

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