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OPINIÓN - SÁBADO, 7 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Entrega del Premio María de Eza


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hay días en los que uno es capaz de ponerse a tirar la casa por la ventana. Hoy viernes, cuando estoy escribiendo, es uno de ellos. Y no porque me haya tocado la Lotería Nacional, sino porque me ha sucedido algo que me lleva embebido en la muleta de la alegría. Así que he de confesarles que estoy metido en una burbuja de lo festivo que me niego a abandonar.

Si bien, a estas horas, cinco de la tarde, cuando estoy frente al ordenador, trato de contener un poco mi felicidad no vaya a ser que el diablo, siempre atento a chafar momentos de dicha, se fije en mí y me haga una de las trastadas tan habituales que suelen hacer los demonios. Pero tampoco es cosa de tenerle miedo al miedo.

Debo decir, pues, que a prima mañana recibí una noticia que me hizo saltar de gozo. Gritar hurras. Y regalarme ¡albricias! Durante un buen rato. Y luego, con el entusiasmo recorriéndome las arterias, me encaminé hacia el Salón del Trono del Ayuntamiento, todo festivo y dispuesto a disfrutar de la entrega del Premio María de Eza a su ganadora: María Antonia Palomo.

Antes de continuar, me van a permitir que les diga que la enorme alegría que me embarga es porque alguien muy querido por mí ha logrado salvar un duro trance y yo soy incapaz de controlar el repique de mis campanas interiores. Y con ese sonido vivo, alegre y marchoso, allá que me encajé en el llamado pomposamente Palacio de la Asamblea.

El salón del Trono está abarrotado. Un lleno hasta la bandera que bien merece la señora premiada. El acto transcurre con orden y con un ritmo que mantiene a raya a los inoportunos bostezos. La anécdota del acontecimiento la pone Mabel Deu, la consejera de Cultura, porque el mal tiempo reinante le impide llegar de Madrid a Ceuta a la hora prevista.

De modo que su lugar lo ocupa Yolanda Bel. Que habla y habla, desde el atril, sin apenas mirar las cuartillas y con una agilidad pasmosa. El día en el cual la portavoz del Gobierno consiga aminorar de palabras vanas su elocuencia, se habrá con vertido en una oradora de postín. Aún así, se le nota una mejora evidente cuando discursea.

Beatriz Palomo conduce el acto del María de Eza con la habilidad que le caracteriza. Y a mí se me ocurre decirle, delante de su marido, que ese ritmo tan peculiar que imprime a sus actuaciones con el micrófono, es el causante de que un sosiego extraordinario le haya inundado el rostro de una satisfacción que resulta atractiva. Y a ella, a Beatriz, le entra la risa floja y no sabe si darme las gracias o ponerme un cero en conducta.

La que no tiene dudas en demostrarme su afecto es María Antonia Palomo. La señora premiada. Y yo me dejo querer. Faltaría más. Sobre todo en un día tan sumamente importante para ella. Un día donde estoy obligado a referirme otra vez a la planta quinta del Hotel Tryp. Porque en ella se sirve la cuchipanda adecuada y se forman corrillos.

Confieso que he participado en varios. Y que me ha sido posible pegar la hebra, por vez primera, con el comandante general, Vidal de Loño. A quien le he dicho que me gustaría entrevistarle, cosa que no hago ya hace tiempo, con el fin de que vaya pidiendo el permiso correspondiente. Y, en vista de que es tan amable, seguro que hará lo imposible por obtenerlo. Juan Vivas estuvo superior.
 

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