El acto estuvo cargado de una gran emotividad, ya que sirvió
no sólo para poner el broche de oro al mandato de Salomón
Benzaquén como presidente de la Comunidad Israelita de
Melilla durante los últimos cinco años, sino también para
recordar a David Melul Benarroch, que hizo posible estas
obras con su importante contribución económica para
financiar el proyecto. De hecho, gran parte del coste de
este proyecto corrió a cargo de este melillense, conocido
por su mecenazgo incondicional hacia iniciativas culturales
relacionadas con su ciudad natal y, en general, con la
cultura sefardí. Su memoria estuvo presente durante todo el
acto y, muy especialmente, durante la intervención de su
hijo Mario, que lamentó que su padre, fallecido en octubre
de 2007, no hubiera podido ser testigo del final de las
obras en las que tanto cariño y dedicación puso. “Para mi
padre, esta obra fue una bendición porque vio cumplidos dos
de sus mayores sueños: ayudar a la educación de los judíos y
devolver a Melilla parte de los valores que se llevó de
aquí”, afirmó Mario Melul. Además, recordó que en este
centro, contemplando el estado de las obras, pasó David
Melul sus últimas horas de vida, y fue precisamente en ese
lugar, en el patio del Liceo Sefardí, donde se despidió para
siempre de sus hijos, que regresaban de su viaje a Melilla
hacia sus hogares. El acto contó con una anécdota que
sorprendió a todos porque durante el acto, mientras Salomón
Benzaquén pronunciaba su discurso, llamó por teléfono el
Gran Rabino de Israel, que mostró su alegría por que se haya
llevado a cabo.
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