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OPINIÓN - jueves, 5 DE MARZO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Las ciudadanas votan a Vivas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Alguien, cuyo nombre no recuerdo, dijo en su momento que progresista generalmente lo es todo el mundo, pues nadie quiere volver a la lavativa y a la sangría, pero curiosamente ahora sólo los que llevan barba se creen en posesión de la verdad.

Cierto es que la moda de la barba, como símbolo de progreso político y social, fue decayendo en la medida que aumentaba el inventarse todas las palabrejas del mundo para no decir España, ¡lagarto, lagarto!, cuando tocaba referirse a ella.

Así que uno leía y oía en los veranos de fuegos mayoritariamente intencionados, pues provocados lo son todos, que había “incendios por toda la geografía nacional”. Y es que decir España parecía como nombrar la soga en casa del ahorcado.

Menos mal que también de este horrendo sarampión fuimos saliendo, aunque aún queden muchos progresistas renuentes a dar su brazo torcer, para precipitarnos en hacer trizas el uso lingüístico que tiene decidido la indistinción de los géneros, pues lo que se emplea en la expresión es el significante propio del masculino.

“Así, en los padres, los reyes, los hombres se significa la fusión de ambos géneros (esto es, el padre y la madre, el rey y la reina, los hombres y las mujeres...)”. Pero lo políticamente correcto, no lo gramatical, aconseja decir ciudadanos y ciudadanas, verbigracia.

Y cualquiera se opone a semejante despilfarro de palabras. Pues sigo recordando el repaso que le dieron a Luis Parodi -por cierto, que escribe bien-, por meter las narices en ese asunto. Aunque, todo hay que decirlo, no lo enfocó de la mejor manera.

José Antonio Carracao es un político progresista que sólo se dejó la barba para celebrar el nacimiento de su hija, según creo que le oí decir entonces. E hizo bien. En afeitársela, claro. Ya que la barba le quitaba frescura a su indudable juventud. Pues tiempo tendrá de hartarse de ser persona mayor.

El secretario general de los socialistas de Ceuta, desde que el Gobierno de la Nación creyó conveniente referirse a España sin complejos, también se ha olvidado de hablarnos de la “geografía nacional”; pero insiste mucho en lo de este país. Y, sobre todo, repite incansablemente lo de ciudadanos y ciudadanas. Lo cual está muy bien, pero a veces desentona (a propósito: quien escribe no tiene ni un adarme de misoginia. Por si acaso, alguna fémina cae en la tentación de atacarme por retambufa).

José Antonio Carracao desentonó el martes pasado, cuando, poniendo como ejemplo al País Vasco, y al triunfo destacado y necesario de Patxi López, declaró que el deseo de cambio habido en la sociedad vasca, expresado en las urnas, es el mismo deseo de cambio que empieza a vislumbrarse en Ceuta. “Donde los ciudadanos y ciudadanas están cada vez más cansados de los comportamientos déspotas y autócratas de algunos miembros del Gobierno local”. Y erró.

Porque precisamente las ciudadanas ceutíes son las que más votan a Juan Vivas. Son las mujeres las que hablan y no acaban de que tienen un presidente que, aunque bajito, lo cual es una condición, es tan grande en todo lo demás como en cuerpo lo es cualquier pívot. Y las ciudadanas, estimado José Antonio, influyen muchísimo en el voto de los ciudadanos. De modo que en esta ciudad el único cambio que se espera es que un padre de la patria, ciertamente desgastado, deje ya su sitio a otro compañero del PP.
 

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