Es incapaz de aceptar sus fracasos
en las urnas. Que han sido ya muchos y sonados. Su
obcecación le ciega y sigue sin tener conciencia de sus
mediocres posibilidades. Así que es fácil recordarle que
todo fracaso acompañado de ofuscación no es más que una
fragilidad del individuo.
Un día, de hace ya bastantes años, cuando estaban a punto de
abrirse los colegios electorales, lo entrevisté y le
pregunté si se consideraba inteligente. Y me respondió que
no era inteligente, sino muy inteligente. Y metió la pata
hasta el corvejón. Puesto que si algo no debe hacer un
político es alardear de pensar bien.
Juan Luis Aróstegui lleva mucho tiempo queriendo
ganarse la confianza de los ciudadanos, pero no lo consigue.
Porque carece de ese tirón tan necesario para que su
discurso cale entre la gente. Y se pregunta, una y mil
veces, que tendrán otros, a quienes tacha de advenedizos de
la política, para llevarse a los votantes de calle y
convertir esa entrega en un éxito arrollador en las urnas.
Esa situación le causa dolor y le hace experimentar un
profundo encono contra todas las formas de burocracia donde
él no sea quien decida lo que tienen que hacer las
administraciones. Y permanece siempre dispuesto a hacerle la
vida imposible al poder. Y lo hace por sistema. Mientras las
autoridades locales, tal vez por compasión, nunca tratan de
humillarle. Es más, me consta que aconsejan más bien que se
le ignore. Lo cual no es posible.
Pues cómo se puede ignorar a un tipo que no tiene el menor
empacho en escribir que “El centro penitenciario que el
Gobierno de la Nación pretende construir en nuestra ciudad
amenaza en erigirse en otro monumento a la patológica
estulticia del pueblo ceutí”. Es decir, llama enfermos de
necedad a todos los ciudadanos y se queda tan pancho.
Bien está que diciendo cosas así, y otras como que el
delegado del Gobierno y el presidente de la Ciudad mantienen
un opaco conciliábulo cada vez más pestilente, haya llegado
a ganarse el afecto de Mohamed Alí y su confianza
como para que éste le permita meter las narices en los
asuntos internos de la Unión Democrática Ceutí. Con lo cual
está propiciando que Aróstegui le siembre la cizaña en el
partido y termine por destruirlo. Y cuando ello ocurra, que
ocurrirá, a Alí sólo le quedará llorar por lo que no ha
sabido defender...
Mas lo que no tiene nombre, por más que se mire desde
distintos ángulos, es que Francisco Antonio González
haya caído en la trampa de citarse con Comisiones Obreras,
hace una semana, con el único fin de dejarse fotografiar con
el secretario general del sindicato, para sacar de quicio a
sus compañeros de partido que están formando parte del
Gobierno de la Ciudad.
Darle esa satisfacción a Aróstegui, para hacer de menos a
Vivas y a Gordillo y procurar enfrentarlos a
José Fernández Chacón, me parece de una inoportunidad
tan grave como para catalogarla de pecado capital. Para
comportarse así hay que andar desnortado. El hecho de que el
diputado haya recibido al secretario general de CCOO para
estudiar ambos la manera con que el primero exigirá
respuestas acerca del proyecto de la cárcel a Instituciones
Penitenciarias, me parece un acto impertinente,
improcedente, inconveniente... Y todo un despropósito por
parte de Pacoantonio. Con su pan se lo coma el diputado del
PP.
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