Desde que me inicié en esto de
escribir en los periódicos, siendo un niño de pantalón
corto, gracias a dos personas, doña Juana Valderrama mi
profesora de Literatura y uno de lo más grandes periodistas
que he conocido, Vicente Amiguet, siempre he tratado de
darle un tono de humor a cuanto he escrito, pensando que
bastantes preocupaciones nos da la vida, para no intentar
poner cada día, al menos, una nota de humor que nos haga
sonreír.
Por eso, cuando alguien me dice que se ha reído de lo que he
escrito, siento una enorme satisfacción por haber cumplido
mi objetivo a la hora de realizar el artículo, sacar aunque
sólo sea una sonrisa,
Mis amigos lo que yo he elegido para tal menester, porque a
mi no me elige nadie como amigo me dicen, en muchas
ocasiones, que todos mis artículos dicen verdades como puño,
enmascaradas en el humor y la ironía. Incluso los más
decididos me dicen que, en algunos momentos, llevan en ese
humor o esa ironía su poquito de mala leche. Si ellos lo
dicen, sus razones tendrán. Yo ni entro, ni salgo en sus
apreciaciones, partiendo de la base de que todas las
opiniones son igual de respetables.
Me gustaría que fuese verdad eso que dicen del humor, la
ironía y las verdades como puños a pesar de que, en
ocasiones, lleven su poquito de mala leche. Todo hay que
decirlo.
Cuando me hablan de esas cualidades que dicen que poseo,
creo que por que son amigos míos. No se imaginan ellos lo
que admiro a todos esos grandes escritores maestros del
humor y la ironía, como Álvaro de la Iglesia, Tono, Gila o
Chumy Chumez. Esos si que escribían, como ellos dicen que yo
lo hago. Ojala fuese un mal aprendiz de todos ellos.
Cierto día, me senté en la redacción, metí un papel en la
máquina de escribir y por entretenme me puse a escribir
sobre las letras de cambio. Pepín Loma, padre de mis grandes
amigos, Rafael y Luís, se colocó detrás mías y se puso a
leer, advirtiéndome de cuando lo terminara le avisara. Así
lo hice y Pepín cogió lo escrito entró en el despacho de
Vicente Amiguet. Al momento el director salió con el escrito
en la mano y me preguntó si sería capaz de escribir, cada
día, una cosa así con ese sentido del humor. Afirme y desde
entonces no he prado de pegarle a las teclas, primero a la
máquina de escribir, y ahora a este monstruo de maldad que
le llaman ordenador. Más de cincuenta años pegándole a las
teclas y aún sigo aprendiendo. Y lo que te rondaré morena
del alma mía.
Los domingos me encanta divertirme y escribir todo en plan
de humor para mi propia satisfacción.
Así que como hoy es domingo, tengo dos noticias que acaparan
la actualidad. Primero la dimisión del ministro de Justicia,
en un país donde no hay un dios que sea capaz de dimitir y
todo por cazar en Andalucía, creyéndose que estaba en
Castilla. Y encima el ciervo sin código de barras. La culpa
es de lo mal que está señalizadas las carreteras. Yo una vez
fui a Valverde del Camino y entré en Portugal. La otra el
Oscar de Penélope, que con la crisis le llaman Pe, en
catalán “Pi”. O sea que el Oscar lo ha ganado el radio de la
circunferencia, 3,l4l6.
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