Con un cielo amenazante y cargado de agua que dejó algún
chispeo a lo largo de la mañana, ayer se organizó por
primera vez la Chocada Popular financiada por los bolsillos
de la Asociación Churrasco sin Fronteras, fundamentalmente
los miembros del chiquicoro. Un plato gratuito de garbanzos
con chocos, unas tablas y las agrupaciones del Carnaval
enmarcadas en la calle González de la Vega pueden ser el
resumen de la historia. El espíritu, ser un personaje. No el
personaje del disfraz. Sino el concepto de personaje que
utiliza un sevillano viejo en una tasca; o lo que define a
un vendedor de vitaminas que termina poniéndose la cesta en
la cabeza y bailando al son de las palmas de un corillo de
animadores. Si la desihinbición de la máscara en Venecia
invita al vicio; en la cultura andaluza el disfraz deja
salir el personajeo de cada uno. Lo que está muy bien.
La posible lluvia no invitaba a la asistencia pero lo
recogido de González de la Vega hizo que tampoco se notara
demasiado. Además la gente pareció animarse más con el
reclamo de las agrupaciones que con la promesa de comida.
Las actuaciones comenzaron con un considerable retraso que a
poca gente pareció molestarle entre los chocos y, sobre
todo, el espítitu en botellín. Comenzó el Chiricoro,
fundamentalmente simpático y que expira buen ambiente, y
participaron prácticamente todas las agrupaciones del
concurso. En la crítica política se pega con saña en el
Carnaval: para el PSOE el Chiricoro dejó una por lo de su
refundación, “en la comida del congreso, puchero para los
que se quedaron fuera y Carracao de postre”; y, para el PP,
“Gordillo es como Fraga Iribarne pero en bajuno”, de Los
Reyes del Tatachán.
Con la Chocada se completa la serie gastronómica en
participio, que iniciaron la paellá y la mejilloná, y ha
llenado el centro de la ciudad de actuaciones carnavaleras.
“La idea fundamentalmente es pasarlo bien, venir aquí a
tomarnos algo con los amigos y la familia”- comentaba el
presidente de Churrascos Sin Fronteras y miembro del Chicoro,
Santiago Real, mientras uno de sus compañeros le interrumpió
gritando: “Somos ilegales” y alzando los brazos en
inconfundible gesto de victoria- “(risas) y nos hemos
animado a organizarlo. Queríamos financiarlo con el libro
que hemos sacado de 15 relatos de humor y unas recetas
desesperadas pero no hemos vendido una mierda, así que nos
ha tocado ponerlo”.
“En definitiva esto es el carnaval, y está en la calle”,
dijo uno de los miembros del chiquicoro antes de comenzar la
actuación. Una señora que sobrepasaba los setenta años con
una peluca multicolor, muy punki, asentía desde el público.
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