Me consta que, además de poner el
alma en todos los temas que surgen sobre Ceuta, sus
conocimientos, desde lo más nimio que podamos tocar, son
siempre claros y contundentes.
Es lo bueno, lo primero de ello, que tiene una ciudad al
contar con un cronista oficial joven y con conocimiento de
causa en aquellos asuntos que está tratando.
Particularmente conozco a Gómez Barceló desde hace varios
años y lo conocí a través de un amigo común, que ya nos
dejó, Juan de Samargo. Fue este quien me lo presentó y desde
aquel instante me di cuenta de que ser amigo del que mejor
conocía lo que era el ejército de España, es porque también
él llevaría aparejado el ser el que mejor conociera todo lo
que conlleva la historia de la Ciudad.
Con todo, no pensé, ni de lejos, que José Luis Gómez
Barceló, en una parcela como la relativa al carnaval pudiera
estar tan puesto, como ha demostrado en su conferencia de
hace muy pocos días en el salón de actos de las Murallas
Reales.
Y me alegró enormemente conocer una serie de datos que dio
Gómez Barceló, porque un día antes y con otro de los que
conocen de verdad el Carnaval de Ceuta, Salvador Jaramillo,
yo había estado hablando y he dejado reflejado en la
entrevista que este domingo, publicamos en El Pueblo de
Ceuta.
Los hechos hechos son y que en dos personas tan,
aparentemente distintas, pero tan amantes de su ciudad, haya
unas conclusiones tan cercanas, es el mejor de los avales
para creer que estas fiestas, que aquí se celebran ya
metidos en la cuaresma, no son algo inventado por la
democracia actual, sino que con esta democracia se han
vuelto a sacar a la luz, tras haber permanecido encerradas
en la oscuridad durante medio siglo de la centuria pasada.
Dice Gómez Barceló que del carnaval de Ceuta se comienza a
tener documentación de, aproximadamente, los años 30 del
siglo XIX. Y me decía Salvador Jaramillo, cosa que
publicamos este domingo, que se han encontrado letrillas de
1870 y que incluso con fotos aparece la primera Agrupación
de Carnavales de Ceuta, La Tuna Abylense, de 1891.
Esto implica, matizando ya en la fiesta, que podemos
remontarnos, al menos dos siglos atrás, rastreando algo que
constituía una de las fiestas más importantes de Ceuta, si
es que no era la más importante y con documentación
palpable, por encima de siglo y medio.
Afortunadamente, el concejal que en la década de los 80, del
pasado siglo, quiso sacar a la calle, otra vez, el carnaval,
estaba tratando de devolver a Ceuta lo que casi cincuenta
años antes el sistema político imperante, “por necesidades
de guión”, le había quitado.
Insistencia, en las dos personas a las que he oído estos
días sobre el tema: “En el siglo XIX se consolidó como tal
esta fiesta en Ceuta”, y eso que la Ciudad, especialmente
entonces, como plaza militar, debió tener su censura.
Y este mismo hecho nos da idea de que era una fiesta sana,
una fiesta viva, una fiesta en la que no había segundas
intenciones y por tanto permisible.
Carnaval era fiesta del pueblo, era la voz del pueblo y la
forma directa de dirigirse entre chanzas y veras al poder
establecido, para que solucionara los problemas existentes
en aquellos momentos. Una manera, incluso cordial, de
reivindicar algo.
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