A estas alturas de la película
decir que Ángela Merkel es una política de raza, líder de
ideas claras, con talento para tender puentes, mujer
cultivada en el campo de la observación cuántica y de la
observancia de comportamientos, todo esto y más, ya es de
sobra conocido por sus valientes hechos y por sus animosas
andanzas. Es la gran revolucionaria de este siglo etiquetado
por el desplome económico mundial, que está poniendo en
entredicho las urbanidades de los gobiernos y las doctrinas
económicas. Una mujer como ella puede cambiar el paso de un
mundo aborregado. Los que a diario la tratan hablan de su
pensamiento analítico y su capacidad de decisión.
Escuchándola y viendo sus hazañas, que es otra manera de
conocer a las personas, uno no puede por menos que prestar
atención. Tanto sus acciones como sus palabras son para
tenerlas en cuenta y cuando menos reflexionar sobre ellas.
Ahora está empeñada en la creación de una arquitectura
global de economías sostenibles. A sabiendas que la unión
hace la fuerza, lo primero que hizo fue llamar a filas a
algunos de sus colegas europeos para saber cómo respiran y
qué piensan al respecto. Su objetivo lo tiene claro: impedir
que se repita una crisis como la actual. Es lo propio de una
Mujer de Mundo, de Estado y de Nación (todo con mayúsculas),
que no conoce vuelta atrás, sino es para tomar carrerilla y
saltar los obstáculos.
La popular Ángela Merkel es el pulmón de nuestras vidas
europeístas, una activista de viento y garra, siempre
dispuesta a proponer su cuántica visión de productos
financieros transparentes. Ella mejor que nadie sabe que no
podemos detenernos, tampoco cruzarnos de brazos, el tiempo
pasa y la vida no vuelve atrás. Se precisa con urgencia un
orden económico mundial sólido a largo plazo, basado en los
principios de la economía de mercado, capaz de evitar
excesos que pongan en peligro el sistema. Esta es la
realidad. No podemos dar la callada por respuesta ante los
retrocesos. Los avances logrados en varias regiones del
mundo en la lucha contra la extrema pobreza, se están
perdiendo. Las mujeres, los jóvenes, las personas mayores,
los discapacitados, los migrantes; son los más afectados por
esta galopante crisis a la que Merkel quiere plantarle
corazón y esperanza, globalizando intereses sociales y
comunes. Si a la británica Margaret Thatcher, se le refería
como la Dama de Hierro, a Merkel hay que referirla como la
Dama del Encuentro, que va al encuentro de la sed del mundo
y de la sed de Europa.
La canciller alemana, Ángela Merkel, más heroína que
canciller, busca soluciones europeístas para un mundo global
y pone sobre la mesa de trabajo la creación de un nuevo
orden financiero internacional. Hay que regenerar lo muerto
antes que la putrefacción haga irrespirable los mercados.
Sin olvidar invertir más en la agricultura para que la
seguridad alimentaria esté asegurada. Una sociedad
verdaderamente humanizadora y humanista siempre sabrá cómo
apreciar y remunerar apropiadamente la contribución hecha
por el sector agrícola y sabrá recuperar los auténticos
valores de la agricultura como hoja de ruta para el
desarrollo. Si es apoyado y equipado adecuadamente el
potencial rural, ya tendremos parte del camino andado para
sacar una nación de la miseria. Precisamente, la Política
Agrícola Común (PAC), que ha tomado como objetivo garantizar
a los agricultores un nivel de vida razonable, ofrecer a los
consumidores alimentos de calidad a precios justos y
preservar nuestro patrimonio rural, tiene que ir más allá de
las buenas intenciones. Europa no puede escatimar esfuerzos
en este sentido. Y Merkel lo sabe; comprende que en ese
nuevo orden de las finanzas lo agrícola ha de ser
prioritario, ajustándose a las necesidades cambiantes de la
sociedad, de modo que adquieren una importancia creciente la
inocuidad de los alimentos, la conservación del medio
ambiente, la relación calidad-precio y la agricultura como
fuente de cultivos destinados a la producción de
combustible.
Europa está haciendo una aportación considerable para que el
mundo salga de la crisis, reconoce la inimitable luchadora
Ángela Merkel, que ha cogido una vez más el timón para
acercar posiciones entre sus colegas. Europa es solo juntos,
expresó en alguna ocasión. Caminar en la misma dirección es
tan justo como preciso y máxime en tiempos de crisis, donde
la ética social se la han merendado en más de una ocasión
los pudientes. Ella si que genera confianza. No en vano es
el secreto de su éxito. En su momento, defendió a capa y
espada simplificar radicalmente el sistema fiscal alemán y
que el Estado se abstuviese lo máximo posible de organizar
la vida de los ciudadanos. Si acaso a los ciudadanos, lo que
tienen que asegurarle los poderes públicos es la protección
social, económica y jurídica de la familia.
Considero, pues, un aval que Ángela Merkel convoque a la
unidad europea frente a la crisis y frente a todo. Ella que
tantas veces se ha declarado a favor de la Europa de la
convivencia en pie de igualdad entre todos los Estados
miembros, cualquiera que sea su tamaño o la fecha de
adhesión. Me acuerdo de Jacques Delors, - comentó Merkel-,
que pronunció su célebre frase “hay que dar a Europa un
alma”. A renglón seguido, dispuso que le gustaría añadir lo
siguiente, y dijo: “tenemos que encontrar el alma de
Europa”. El alma es ella misma, y eso es lo que la sostiene
a Ángela Merkel, con una mente privilegiada, con una
sabiduría de servicio al bien europeísta, por el que vive,
siente y piensa. Es cierto que nos llevó siglos aprender que
la tolerancia es el alma de Europa, una vez aprendida esta
lección, pasamos a la histórica, que nos revela cómo en las
grandes crisis el corazón despierta y la imaginación sube al
poder. Merkel tiene imaginación y experiencia. En la Europa
que ha de unirse ella debe ser la Reina, también con
mayúsculas.
|