En abril, el mes más cruel, según
el poeta T.S. Eliot, cumplirá un año como delegado del
Gobierno en Ceuta. Así que ya ha transcurrido tiempo
suficiente para tener una idea de cómo es la persona que
ocupó el mismo cargo en Melilla y que terminó de Juan
José Imbroda, presidente de la Ciudad, hasta los
mismísimos. Y todo porque Imbroda parece ser que disfrutaba
de lo lindo intentando hacerle pasar el equinoccio al hombre
nacido en Utrera. Sin que éste, por supuesto, pusiera la
otra mejilla.
Esos desencuentros continuos de Fernández Chacón e Imbroda,
y el apasionamiento que ponía Jenaro García-Arreciado
en sus enfrentamientos con los revolucionarios de salón en
Ceuta -Radical chic lo llamaba el periodista italiano,
Indro Montanelli-, hicieron posible que el actual
delegado arribara a esta tierra. Y, desde luego, nadie podrá
decir, hasta ahora, que no haya sido para bien.
No creo que se deba ser un lince para darse cuenta de que
Fernández Chacón es persona discreta, afable, accesible, y
que en las distancias cortas su cordialidad destaca
sobremanera. Con lo cual, cuando se conversa con él, uno se
percata rápidamente de que ese manifestarse de manera
amistosa y franca es marca de la casa. Que no hay en su
comportamiento el menor indicio de fingimiento.
Algo que pude comprobar cuando, en un ágape en el cual
coincidimos, lo vi desplazarse sigilosamente entre los
invitados por el salón donde se servía la copa de vino
español, con su cigarro en una mano oculta detrás de la
espalda, buscando una salida a un patio contiguo donde poder
darle las cuatro caladas de verdad al pitillo.
Observé a cierta distancia la naturalidad con que se buscaba
la vida como fumador y comprendí que estaba ante un tipo
estupendo. Son detalles que pasan inadvertidos para la
mayoría y que dicen mucho a favor del personaje.
Tampoco creo que a nadie se le haya pasado por alto lo bien
que ha sabido conectar con Juan Vivas. Algo que no ha
sucedido por arte de birlibirloque. Es decir, que esa
simpatía y empatía que el delegado del Gobierno siente por
el presidente de la Ciudad son debidas a que seguramente se
había preocupado con anterioridad de estudiar la forma de
ser del político popular.
Signo evidente, pues, de que su manera de actuar llana y
carente de toda afectación no está reñida con su
inteligencia. Y, por lo tanto, ha hecho posible que la
cohabitación entre instituciones regidas por políticos de
signos distintos, siempre tan expuesta a desencuentros, se
haya convertido en una luna miel larga y fecunda para los
intereses de esta tierra.
Podría, claro que sí, seguir enumerando felices actuaciones
del delegado del Gobierno cuando aún no ha cumplido su año
de mandato. Ya que a mí me importa un bledo y parte del otro
que a los más que conocidos revolucionarios de salón de esta
ciudad se les revuelvan las bilis por los ditirambos que le
estoy dedicando a José Fernández Chacón.
Más merecidos aún si cabe por el enorme interés que ha
mostrado en el caso de Abdeselam Ahmed, durante el
tiempo en que éste ha estado encarcelado en Marruecos, por
error. Así que el taxista, que ya está en libertad, debería
reconocerle al delegado su gestión. De momento, lo hacemos
aquí.
|