Mucha ha sido la influencia que las religiones en todos los
tiempos y lugares ha tenido en el transcurso de la historia,
también en el occidente cristiano ha sido esto así; sin ir
más lejos se podría afirmar que el principal motivo de que
surgiera el Nuevo Testamento fue Jesús de Nazaret, Su vida y
Su obra. Lo que no quiere decir que lo escribiera El, ni
tampoco los testigos oculares de Su vida. Más bien se supone
que fue escrito entre 40 y 60 años después de Su muerte. Una
razón de peso parece ser la aparición de un hombre llamado
Pablo, quien más tarde se convertiría en cabeza de la
Iglesia y quien a pesar de no conocer personalmente a Jesús
de Nazaret, se permitió intervenir muy directamente en lo
que más tarde quedaría establecido como la “religión
verdadera”. Por ejemplo Jesús habló de cumplir los Diez
Mandamientos, mientras que Pablo dijo: “La fe basta”.
Más tarde entre los años 380 y 400 surgió una casta
sacerdotal con la idea de que los cristianos originarios o
la propia enseñanza de Jesús de Nazaret no eran del todo
válidos o valiosos. Con ello la iglesia de Roma quería
asumir el papel dirigente, para lo que necesitaba escrituras
que pudiesen avalar y legitimar su plan. Por ello encargó a
doctores, letrados y teólogos seleccionar de entre las
escrituras que circulaban, las que pudieran corresponder a
sus fines.
En el siglo IV el catolicismo era ya la religión oficial del
imperio romano y contradecir a la Iglesia se pagaba con la
pena de muerte. Por tanto es de imaginar que la selección de
textos no la hiciera un investigador independiente libre de
prejuicios. Dámaso I encargo esa tarea a san Jerónimo, un
letrado que tuvo que seleccionar según los intereses de la
iglesia aunque con su criterio, lo que no le resultó siempre
fácil. Jerónimo fue plenamente consciente que las
generaciones futuras le llamarían falsificador, ya que por
ejemplo habló de la existencia de un texto secreto del
evangelio de san Mateo, que nunca vio la luz. No es
casualidad que la gran biblioteca de Alejandría se quemara
en el año 389 y que la misma iglesia hiciera desaparecer
otros muchos escritos, de forma que lo que hoy día nos
parece un texto compacto, en realidad tuvo un proceso de
redacción que no siempre fue imparcial y con un criterio de
selección arbitrario, lo que evidentemente propició un rumbo
de la humanidad insospechado y con consecuencias
catastróficas incluso hasta nuestros días.
A pesar de todo no se puede decir que la Biblia actual no
contenga nada de lo que quería en principio Jesús de Nazaret.
Por ejemplo, en ella encontramos el Sermón de la Montaña y
en el Antiguo Testamento los Diez Mandamientos. También se
ha salvado lo que dijeron los grandes profetas como Isaías
que dejó escrita su visión del Reino de la Paz, la que cobra
cada vez más sentido en esta época de grandes
transformaciones.
¿No ha llegado el momento de dar un nuevo rumbo a la
humanidad, dejando atrás todas estas falsificaciones e
intereses humanos y haciendo aquello que realmente nos quiso
transmitir Jesús, el Cristo? Los maravillosos principios del
Sermón de la Montaña marcan un nuevo rumbo para un nuevo
tiempo al que cada uno puede contribuir.
* Vida Universal
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