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OPINIÓN - MARTES, 24 DE FEBRERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Un aniversario que no festejaré
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Hay fechas en el calendario de la historia que quedan marcadas para la eternidad y hay otras que, al menos para uno, son imborrables.

El 23- F para mí, a nivel personal, es una fecha maldita, por cuanto ese día, hace ya 10 años, falleció mi madre. Pero además de para mí, ese 23 de febrero implica, unos años antes, en 1981 el intento de aniquilar aquella jovencita democracia que, con el esfuerzo de todos, y con la visión ágil, aunque no siempre comprendida, de Adolfo Suárez estaba llegando a la edad de la primera comunión.

Recuerdo las seis de la tarde y veintitrés minutos del 23 de febrero de 1981, yo pasaba por una tienda del Paseo de las Palmeras y charlaba con su dueño, Manolo “Compadrito”, de quien era y soy amigo personal.

Creo que en aquellos momentos estábamos hablando del Ceuta que el día antes había jugado aquí contra el Castellón, en segunda A, y había empatado.

Cuando estábamos hablando entró el dueño de otra de las tiendas de esa calle y con voz entrecortada dijo:” Acaban de entrar unos guardias civiles en el Congreso y no se sabe lo que ha pasado, porque están disparando”.

El síndrome de “congojonitis” se estaba apoderando, en esos instantes, de media España, que no quería oír la palabra disparos y que, aunque con otro tipo de problemas, vivía gozosamente esos comienzos de lo que era la democracia.

De inmediato me fui hacia mi casa, para ver qué decían los medios de comunicación, aunque antes de entrar a casa quise tener repuestos de pilas para la radio y pasé por la tienda que frente a la telefónica tenía mi amigo Eduardo Valenzuela.

Cogí las “baterías”, que por cierto no me cobró Eduardo y me metí en casa. Los medios hablaban entre labios. TVE tenía, en aquellos momentos, música clásica y marchas militares, que no me resultaban muy agradables en aquellos instantes.

Sólo la Cadena Ser a nivel nacional, que era uno de los pocos medios que se podían sintonizar entonces en Ceuta, hablaba con más claridad, en medio de la confusión, grande, que había entre todos.

Cuando salí a cenar, yo entonces comía, de ordinario, en la Residencia Galera, me di cuenta de que la situación estaba muy complicada y eso se reflejaba en el semblante de las personas con las que me encontraba allí todos los días.

Pocas veces he pasado tantas horas seguidas, como aquella noche, delante del televisor, aunque a medida que pasaba el tiempo se percibía que aquello había fracasado ¡¡ gracias a Dios!!, o estaba a punto de fracasar.

TVE había cambiado de programación, la música ya había dado paso a otras cosas, y en esos momentos te acuerdas de personas en las que otros días no piensas, aunque sean amigos tuyos. Y yo, a pesar de las dificultades que había para poderse comunicar pude contactar con la casa de mi amigo Martiniano Martín, que años más tarde fue profesor aquí en Ceuta, y que entonces era diputado por Ávila, de la UCD. Su familia estaba rota, como lo estaban otras muchas familias de los diputados secuestrados.

Cuando, en torno a la 1 de la madrugada, habló el Rey, volvió la calma. El golpe estaba frenado y los golpistas se tendrían que entregar. El mal sueño había pasado. Por eso había que irse a dormir, a dormir bien, porque al día siguiente a las nueve yo tenía clase en el instituto.
 

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