Desengáñese usted, De la Torre,
la desgracia ajena abre más el apetito que la felicidad. Sí,
créame que, por muy dura que sea esta cita, no hace más que
enfrentarnos a una realidad con la que nos hemos
acostumbrado a vivir como si tal cosa.
Fíjese, si no, lo que ha ocurrido con Pedro Gordillo.
Fechas atrás se sintió indispuesto y acudió presto al
servicio de urgencias convencido de que su malestar no era
más que un achaque de poca monta. Puro alifafe que sería
tratado con tanta celeridad como para regresar a su
domicilio en un santiamén.
Pero no fue así. Y de nada le valió resistirse. Pues los
médicos le dijeron que debía quedarse internado los días que
ellos creyeran convenientes. Y a partir de ese momento
amigos y enemigos se pusieron a elucubrar a expensas del
rumbo que pudiera tomar el padecimiento del presidente del
Partido Popular.
En tertulias y corrillos se hacían cábalas sobre el estado
físico del vicepresidente de la Ciudad y consejero de la
presidencia. Y le puedo asegurar, sin ningún tipo de
exageración, que algunos contertulios parecían plenamente
satisfechos de cuanto estaba aconteciendo. Y la felicidad
irradiada por sus semblantes me hacía estar aún más de
acuerdo con la cita reseñada al principio.
-Lo que usted me está diciendo ni es nuevo ni a mí me
sorprende. Lo cual no significa que oyéndole no me haya dado
cierto repelús.
Lo sé. Por ello, y porque creo conocerle algo, le estoy
contando lo que le estoy contando y si tiene a bien perder
unos minutos más conmigo, le haré alguna otra confidencia.
Mire usted: cuando se supo que la subida de tensión de PG se
había estabilizado y que todo transcurría por cauces
normales y que después de varios días de reposo podría
incorporarse a su despacho en el Ayuntamiento, fui testigo
de una conversación donde se decía, con la mayor
naturalidad, que había que provocarle a cada paso porque era
el momento adecuado para intentar que su conocido
emocionalismo le perjudicara ostensiblemente.
-¿Está usted insinuando que ese lío que todos sabemos y que
tanto daño le está haciendo a la Ciudad es...?
Lo único que le puedo decir es que alguien conocía ya que el
Defensor del Pueblo estaba preparando una denuncia contra
otros Centros de Menores y... traicionado por la impaciencia
salió en tromba a denunciar unos hechos locales, sin contar
con pruebas. Pero la actitud del fiscal obligó al sujeto a
dar marcha atrás y plantear una nueva denuncia de manera que
él no se viera comprometido. Aunque es bien cierto que el
denunciante ya había logrado lo fundamental: poner a prueba
a un Gordillo todavía convaleciente de algo más que un
arrechucho.
De acuerdo. Lo que usted diga... Pero hay algo que no acabo
de entender y, por tanto, me va a permitir que le pregunte:
¿con el poder que tiene Gordillo, según dicen, acaso
esperaban que todos los medios se pusieran en contra de él?
Sí; claro que sí. Y es que hubo quien se encargó de propalar
que la actitud adoptada por Gordillo en el caso de los
menores estaba mal vista y que había licencia para jugar con
él como el viento lo hace con la flor del vilano. Y...
chasco al canto: pues Gordillo, amén de recuperado
físicamente, no ha perdido un ápice de poder.
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