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OPINIÓN - MARTES, 24 DE FEBRERO DE 2009

 
OPINIÓN / EDITORIAL

La politización de los premios

Aún prefiriendo no ponerle cara a las críticas, tal vez para no despertar una polémica de mayor calibre, el Ejecutivo municipal mostró ayer su desagrado por el hecho de que el primer grupo de la oposición en la Asamblea, UDCE-IU, hiciese público que defiende la candidatura de la propietaria de la Librería Tótem, África García, como aspirante al la XIV edición del Premio María de Eza. Este galardón ha servido desde su creación para incentivar y reforzar el trabajo de aquellas mujeres que con su trayectoria vital, personal o profesional han ayudado a ampliar un “orden simbólico femenino” y fijarlo en la memoria colectiva. Tanto instituciones, organismos y colectivos de la ciudad, así como personas particulares, pueden presentar propuestas razonadas de candidatas al Premio María de Eza. Así lo indican las bases. Por lo tanto, los partidos políticos están también en su derecho de hacer lo propio. Lo que desde la Asamblea se ha querido poner en cuestión es la oportunidad y conveniencia de anunciar públicamente que una mujer en concreto aspire al premio. El malestar se justifica en dos razones: primero en que, máxime si es un grupo político el que lo hace, la concesión del galardón puede convertirse en una pugna partidista. El segundo, en que puede resultar un plato de no muy buen gusto para quien se vea en la plancha final de aspirantes en los medios de comunicación encajar una derrota. El de los premios en la ciudad autónoma y más concretamente de la Ciudad Autónoma suele ser objeto de controversia cotidiana. Especialmente en la calle, nunca falta quien señala que tal o cual galardonado lo ha sido más por sus amistades y contactos que por sus méritos, o en el mejor de los casos que había otros que reunían más razones para recibirlo. Sucede en todas partes y es inevitable, pero precisamente por ello los organizadores de este tipo de reconocimientos tan distinguidos deben ser especialmente escrupulosos. Ahí tiene razón la Ciudad en apostar por la discreción, aunque el reparto anual de Medallas de la Autonomía por colores políticos no sea un aval de referencia.
 

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