El hecho real de que la
peligrosidad avance y la seguridad ciudadana retroceda, hace
que muchos ciudadanos españoles pidan actualmente la cadena
perpetua. Hasta cierto punto es una respuesta lógica frente
a la alarma social creada por aquellas personas que
reinciden en hechos delictivos, verdaderamente crueles y
atroces. El problema social es mucho más complejo que un
mero incremento de penas. Considero, pues, que el
internamiento en prisión debe ser el justo y necesario para
su rehabilitación y reinserción social. Tanto las penas
largas como las penas cortas son igualmente inútiles al no
permitir un tratamiento adecuado. Antes de aumentar las
condenas privativas de libertad, habría que analizar el
fracaso rehabilitador de las penas de prisión y su alto
coste, las medidas preventivas, los planes educativos, el
sistema productivo de exclusión… Quizás tengamos que hacer
más hincapié en la responsabilidad por el daño producido, no
en la venganza, desde una justicia más reparadora, que no
olvide a las víctimas por el mero hecho de que la persona ya
ingrese en prisión.
Por otra parte, la realidad es la que es. Las prisiones
están desbordadas de drogodependientes, de enfermos
mentales, de delincuentes, de asesinos, de violadores, de
estafadores…; la población en los módulos es de lo más
heterogénea, por lo que la rehabilitación es prácticamente
imposible. Tal vez habría que buscar medidas alternativas a
las penas de prisión. Otros internamientos más apropiados,
no por ello menos exigentes en la reparación a la víctima.
La cárcel no es un sitio adecuado para un drogodependiente o
enfermo mental. El hacinamiento, en algo que exige un
tratamiento individualizado, a mi juicio dificulta
enormemente la reinserción del penado, puesto que se deben
diferenciar tratamientos.
La reincidencia, el fracaso durante los permisos, es un
fallo del sistema. Habría que examinar hasta qué punto el
tratamiento dado ha sido eficaz, reparador y preparador para
la libertad del individuo. Como también deberíamos cambiar
un sistema educativo incapaz de frenar la delincuencia entre
adolescentes y de poner paz en las aulas. Hace tiempo que
urge remodelar nuestros modelos educativos a fin de educar
en valores que lleven a las personas a valorarse más por lo
que son como personas, que por los dominios cosechados y por
el poderío conseguido a cualquier precio. Al fin y al cabo,
toda persona que llega a la prisión es un fracaso de toda la
ciudadanía. En consecuencia, el delito es propio y como tal
debe pagarse más allá de las simples rejas, pienso que de
por vida a la víctima o víctimas; mientras que la pena es
general y la debemos saldar toda la sociedad que vive de
espaldas al fenómeno de las prisiones.
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