Algunos venían por primera vez, otros repetían, pero lo
cierto es que la labor humanitaria, sin precios ni favores,
los ha unido a través de la fe cristiana.
Un grupo de jóvenes sevillanos del colegio San Antonio María
Claret ha visitado la ciudad autónoma durante una semana
para prestar ayuda a los Hermanos Franciscanos de Cruz
Blanca, concretamente, para trabajar con los inmigrantes del
centro San Antonio. “Pertenecemos a la congregación de los
misioneros claretianos y tenemos un espíritu evangelizador.
Venimos a Ceuta desde hace algunos años para vivir un
experiencia solidaria y aprender de toda esta labor de amor
y entrega”, explicaba Manuel Luis Góngora, profesor del
centro y responsable del grupo juvenil.
La misión principal es encontrarse con Jesucristo, con el
Señor, a través del amor y la tarea que hacen sacerdotes y
hermanos de Cruz Blanca, basándose en una palabra principal:
“Maestro donde vives. Venid y lo veréis. Y cada vez que
venimos, salimos transformados, porque vemos nuestras
comodidades, nuestra pobreza de corazón y vemos como los más
pobres -los inmigrantes, los discapacitados- son toda
generosidad y gratuidad”, añadía Góngora.
Para realizar esta labor guiada por la fe cristiana, de
manera voluntaria e individual, el conjunto ha visitado la
ciudad seis años consecutivos, colaborando en la casa de El
Sardinero, la del Príncipe o el centro San Antonio (todos
ellos dependientes de Cruz Blanca), participando de la
experiencia con las Carmelitas o todo aquello que se les
encomienda. “Es una semana en la que estamos apartados y que
tiene dos pilares como son la oración y el trabajo con los
hermanos, atendiendo la cocina, a los abuelos, cualquier
tarea es buena para encontrarnos con Jesucristo. Somos
trastos pero venimos a beber de esa fuente de amor donde hay
vida”, agregaba Rosa, esposa de Manuel Luis Góngora y
responsable del colectivo.
Unos quince jóvenes, en su mayoría de cursos de
Bachillerato, han compartido una experiencia vital con los
inmigrantes del centro San Antonio. Algunos venían por
primera vez, otros eran veteranos, pero todos coinciden en
volver a la ciudad. “Esto no es una labor estrictamente
humanitaria; se hace con carisma cristiano y se busca un
encuentro con Dios. Es dar una oportunidad afectiva a los
inmigrantes, que puedan llegar al primer mundo con dignidad.
Se les está abriendo la puerta a vivir la misma vida que
nosotros que, políticamente, parece estar cerrada”,
argumentaba Álvaro Caraballo, participante.
Han atendido a los abuelos y disminuidos psíquicos de la
casa del Príncipe, han cantado y bailado con los
inmigrantes, pero de Ceuta se han llevado algo muy valioso:
el encuentro con su iglesia. “Es increíble el amor que
tienen a las personas que nadie quiere en la sociedad, al
atención y el desvivirse por todas las personas que los
rodean. Los Hermanos Franciscanos son un reflejo del amor y
el cariño que Dios me tiene. Todo esto me ayuda a quererme,
a aceptarme, ver cómo Dios me trata y a las personas que
pone en mi camino y todo lo que hace por el mundo. Después
de muchos años y sacrificio, todas las personas se
transforman, mejorando la sociedad”, confesaba Luis Durán,
veterano en la expedición.
Tras una semana de alegrías y duro trabajo, compartiendo
alma y corazón, estos jóvenes han demostrado y comprobado
que la fe mueve montañas y cruza fronteras más allá de las
meramente geográficas.
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