Al hilo de la polémica que ha suscitado la posible corrida
de toros en nuestra ciudad, me he animado a opinar sobre
este tema que a mí me parece sobre todo una cuestión de
sentido común. Lo primero que me gustaría decir, es que mi
intención no es oponerme a los toros únicamente, sino que mi
posicionamiento es contrario a cualquier tipo de sufrimiento
gratuito ya sea de una persona, de un toro o de un borrego.
Y digo que es una cuestión de lógica porque está claro que
la mayoría de nosotros está en contra de barbaridades como
las peleas de perros o las de gallos, y sin embargo, el daño
infligido a un toro parece ser de consideración menor o es
que será que pertenece a una infraraza animal a la que si es
legítimo hacer daño. No obstante este sentir tiene su
explicación: las corridas de toros han sido y siguen siendo
la fiesta nacional, es decir todos hemos sido socializados
en una cultura en la que el toreo está legitimado, no sólo
por las leyes que de hecho lo permiten sino por nuestra
tradición. Y es, por tanto normal que a muchos les gusten
los toros, han crecido con ello. Y así son estas dos razones
a las que habitualmente se alude para defender la fiesta:
que es legal y que es una tradición cultural. Y es cierto.
Pero yo me pregunto ¿Es que acaso todo lo que es legal es
siempre e invariablemente lo más conveniente? ¿Es que las
tradiciones por el hecho de serlo llevan implícito el que
sean buenas? Me temo que no. Sólo hay que darse una vuelta
por las distintas culturas para comprobar que muchas
tradiciones legalizadas han supuesto verdaderas atrocidades,
valga como ejemplo el vendaje de los pies de las niñas
chinas (costumbre milenaria) o la mutilación genital
femenina en países como Etiopia. Muchos dirán que no es
comparable pero si dejamos a un lado nuestro etnocentrismo y
consideramos los hechos desde el relativismo cultural sí
pueden considerarse acciones semejantes. No obstante, no es
necesario trasladarnos a otros países para ejemplificar
esto. En España, de hecho, las leyes cambian y acciones que
antes eran legales ahora no lo son y viceversa. Es una
cuestión de evolución. Pero aún así creo que el acento
debería ponerse no ya en esto, sino en la pregunta principal
que todos deberíamos hacernos ante cualquier situación
controvertida: ¿es ético? ¿Es moralmente aceptable?
Sinceramente creo que no. Provocar un sufrimiento evitable
(incluso aunque el animal vaya a morir de todas formas, que
sería otro tema) y regocijarse con ello, no puede ser nunca
algo digno desde los valores y principios que una sociedad
como la nuestra debería transmitir al mundo. Todos
tendríamos que plantearnos que aunque haya cosas que nos
gusten no todas son convenientes y que en la vida hay que
saber cambiar, evolucionar y priorizar.
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