Es lo que toca durante estos días,
aunque algunos la lleven todo el año. Desde hoy hasta pasado
mañana, en teoría, son los carnavales pero aquí se
prolongarán una semana más, puesto que aquí los carnavales
suelen celebrarse con la cuaresma ya comenzada.
Interesantes los carnavales, para los más jóvenes que cuando
nacieron ya se podía uno tapar la cara e ir a la fiesta
disfrazados de lo que cada uno quisiera. No tan interesantes
fueron esos carnavales para los de mi generación que, por
mor del régimen, tenías que llevar la cara al descubierto,
con lo que, a veces, te la podían partir, si no adecuabas
tus acciones a las normas establecidas. Aquello era más
difícil, aunque más difícil, todavía, había sido todo para
la generación anterior, que nos dejó algo a nosotros,
mientras ellos habían carecido de todo.
Aunque estos días, por una baja médica, la primera que he
tenido en mis cuarenta años en la docencia, no he podido
callejear la ciudad, sé que ya están instaladas esas
lucecitas que alumbrarán Ceuta, durante las fiestas
carnavalescas. Las lucecitas esas, no sé si por aquello de
la crisis, serán de bajo consumo, o si al haber venido todo
tan rápido no habrán podido adecuarse a estos momentos, pero
sean del tipo que sean, técnicamente hablando, lo que sí
representarán será la máscara esa que tanto gustan utilizar
los inútiles, los enchufados, algunos dentro de la política
y otros aspirantes a llegar a políticos para así poder vivir
de esto, al no haber sido capaces de poder vivir de otro
tipo de trabajo.
A todos se les conoce, aquí nos conocemos todos, aunque
durante estos días va a ser más difícil, de día o de noche,
poder marcar a cada uno con el dedo, por llevar ese disfraz
que va enmascarando la propia realidad de lo que es cada
uno.
Mentiría si dijera que me gustan los carnavales, aunque
desde aquí digo que respeto a todos los que se entusiasman
con ellos. Y no me gustan porque he vivido, vivo y seguiré
viviendo la realidad, sin la palmadita en la espalda o la
mano sobre el hombro, para ver como se respira ese día.
Sé que los gastos de estas fiestas son costosos, pero cada
uno puede hacer con su dinero lo que quiera y si el objetivo
y a ilusión de uno es llevar un traje “ilusión” aunque para
ello tenga que pedir un crédito, ¡bendito sea su gusto!, él
lo pagará.
Las luces, de alto o bajo consumo, cuestan un dinero a la
Ciudad, y a nosotros los que pagamos impuestos, posiblemente
cuesten más de 70.000 €, pero si hasta ahora los que no
somos partidarios del carnaval no hemos recogido firmas,
mejor para el consejero de turno, que no se verá bombardeado
por quienes seguro que no entendemos esa fiesta, tan grata
para otros.
Porque, además, con ese coste, no lo olvidemos, hay empresas
que dan trabajo a unos empleados, que tienen familia, y que
si algunos de ellos no son de aquí, aquí sí que dejarán
parte de su sueldo en hoteles y restaurantes a lo largo de
la semana.
Luego, no lo debemos olvidar, tras los carnavales, llegan
los días de cuaresma, de penitencia o de meditación, para el
que quiera observarlo, pero, ¡¡por favor!!, eso sin máscara
ya, para que todos nos podamos ver, para que de día o de
noche, al encontrarnos, sepamos quien es quien, para que
palabras y hechos se adecuen y no digamos una cosa para
hacer, más tarde, la contraria. Así se nos verá la cara a
todos. ¡¡Qué así sea!!.
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