Dice la frase bíblica: “dejad que
los niños se acerquen a mi”. Y algún gracioso, solía añadir
a la misma:”que después vendrán las madres a recogerlos”.
Hoy ni haciendo caso a la frase bíblica, hay que dejar que
se acerquen los niños a uno, por lo que ello puede
conllevar, algún que otro peligro tal y como está la
situación en el asunto de los menores.
Antes los niños no tenían derecho a nada. Ahora, esos mismos
niños tienen derecho a todo. Antes no se les creía cuando
contaban ciertas cosas. Hoy se les creen cuenten lo que
tengan a bien de contar. Como diría la sabia de mi abuela,
ante semejante situación: “ni tanto, ni tan calvo”.
Un niño le puede buscar una ruina a cualquiera diciendo una
mentira, que como es niño, y las cosas con todos esos
derechos que se les otorgan, están como están, se le cree
todo lo que tengan a bien decir, contra cualquier persona
mayor de edad.
De hecho ha ocurrido, el buscarle esa desgracia a un adulto,
valiéndose de una mentira. Dos años de lucha le ha costado
al adulto demostrar su inocencia, ante la mentira creada por
una menor para hacerlo daño. Y quién le paga, al adulto, el
daño que por la mentira de la menor, ha tenido que estar
sufriendo durante ese periodo de tiempo. Y cuál es el
castigo que se le impone a la menor por el daño realizado.
Poca cosa porque, naturalmente, es una menor. Manda…la cosa.
Decía un amigo mío, refiriéndose a los niños, que cuando son
pequeños están para comérselos y cuando se hacen mayores, se
arrepiente uno de no habérselos comido. Era, naturalmente,
una de sus bromas, pues era un gran padre al que sus hijos
adoraban.
La cosa ha llegado a tal punto en la protección al menor,
que si uno de ellos, casos se han dado y siguen dándose, le
roba su móvil y usted, en un momento de rabia, se lo quita
de un tirón o por malo del demonio, le da por darle un
cachete se está, usted, jugando una condena, por malos
tratos a un menor.
Estamos tratando por el mismo rasero lo que es un cachete,
de lo que so malos tratos. Cualquier niño de mi generación y
algunas generaciones después han recibido un cachete de sus
padres, y la verdad sea dicha ninguno estamos traumatizados
por ello. Bueno, a decir verdad, el único trauma que me ha
quedado es que no me toca la primitiva. ¡Pedazo de trauma,
tú!.
La Ley, esa ley del menor donde tienen todos los derechos
del mundo, debe caer con todo su peso, sobre todos aquellos
que den malos tatos a lo niños. Pero confundir un cachete
que, a veces, dado a tiempo es una victoria, con malos
tratos, no es comprensible desde ningún punto de vista.
Antes un chaval con dieciocho años era un niño, que sólo
vivía pendiente de los juegos, soñando con ser futbolista,
médico o bombero. Hoy un chaval con dieciocho años es todo
un hombre capaz de realizar cualquier cosa, con las mismas
facultades que lo haría uno de veinticinco.
Hoy día, con los avances de la Humanidad en todos los
terrenos, considerar a alguien con dieciocho años un menor,
es un error. Habría que revisar esa Ley del menor y
ajustarla a la actualidad.
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