El consejero de Fomento, Juan
Manuel Doncel, y su homóloga de Medio Ambiente, Yolanda Bel,
dieron ayer un pequeño paso más en el ingente trabajo que
para la Administración supone la elaboración de un nuevo
Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) en cuya realización
nada tienen que ver los requisitos que se exigen actualmente
con los de hace veinte años, cuando se aprobó el que todavía
continúa vigente. Desde que afrontó esta tarea Doncel,
cabeza visible en este ámbito de todo el Ejecutivo ceutí, ha
mantenido un proceder modélico que parece dispuesto a
prolongar hasta el final del proceso aunque ello le esté
acarreando, en otras iniciativas, ligeros retrasos. Se trata
de mantener una línea de acción conjunta e indisoluble con
la Administración General del Estado, que como bien recordó
ayer, será la que tenga la última palabra cuando la Ciudad
Autónoma le traslade el PGOU que salga aprobado de forma
definitiva del Salón de Plenos, previsiblemente antes de que
termine esta legislatura. De nada serviría, como ha repetido
una y otra vez, avanzar a su aire para después, meses más
tarde, recibir correcciones desde los ministerios de
Vivienda o Medio Ambiente que no sólo hagan perder tiempo y
esfuerzo, sino también dinero y potencialidades de
desarrollo para la ciudad, que según se aprobó anteayer en
el Pleno tiene depositadas un gran volumen de esperanzas en
él como dinamizar e impulsor del tejido económico e inversor
local.
La elaboración del informe de sostenibilidad ambiental que
prerrogativamente debe acompañar al PGOU es sólo un ejemplo
más de esta ejemplarizante forma de trabajar. Nada más
recibir de la Administración del Estado el “consejo” de que
lo mejor era esperar ese trámite para proceder a la
aprobación inicial del avance del PGOU, Doncel asumió ese
orden de actuación como norma. Tal vez ello suponga que el
primer paso del Plan por el Pleno se retrase unos meses (no
más de final de año), pero seguro que así, con miras más a
medio y largo plazo, se acabará ganando en todos los
sentidos.
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