Hace un año que le dediqué yo una
columna al coordinador territorial de Unión Progreso y
Democracia de Ceuta. Motivada por unas declaraciones donde
se quejaba amargamente del poco interés que la campaña
electoral de su partido había despertado en los medios. Y
arremetía contra el bipartidismo reinante.
Y a mí me faltó tiempo para responderle que lo sorprendente
hubiera sido que los medios se hubiesen volcado con el
proyecto de Rosa Díez. Por razones obvias. Pero mi
rápida contestación fue más bien con ánimo de entablar
relaciones con alguien de quien tenía las mejores
referencias en todos los sentidos. Y pensé que a lo mejor
conseguía tirarle de la lengua al que califiqué de político
bisoño. Y acerté de plano.
Porque a los pocos días se dirigía a mí en un artículo tan
bien construido como exquisito en el trato. Y, claro, me di
cuenta de que era verdad todo lo bueno que de Julián
Domínguez se me había dicho. Y allá que con gran
celeridad volví a dedicarle otro oasis. Mucho más acorde con
los merecimientos de un político a quien sólo me faltaba la
oportunidad de conocerle personalmente, a fin de conversar
con él distendidamente.
Mas iba pasando el tiempo y la ocasión no se presentaba. Si
bien es cierto que el partido de Rosa Díez calaba
cada vez más entre los ciudadanos. Debido a que ella se nos
fue apareciendo como una mujer valiente, con don de gentes,
y teniendo como escudos a unos intelectuales de enorme
categoría.
Con una portavoz así, dueña de una retórica buena, hasta el
momento, con el fin de que los ciudadanos entiendan
perfectamente el mensaje que a ellos les beneficia, no me
cabe la menor duda de que Domínguez, como otros
coordinadores, se habrán visto estimulados hasta el punto de
estar convencidos de que UPyD puede alcanzar resultados
extraordinarios, por más que haya sido fundado más o menos
ayer.
Y mira por dónde, el miércoles pasado coincidí con Julián
Domínguez en el habitáculo donde yo esperaba que se me
permitiera acceder a la Unidad de Cuidados Intensivos del
Hospital de la Cruz Roja. Y sus primeras palabras fueron las
siguientes: ¡Menos mal que, al fin, hemos podido vernos...!
A partir de ahí, JD me puso al tanto de cómo va aumentando
el número de afiliados en su partido. Me habló con
entusiasmo de los muchos actos a los que asiste y del
fantástico trabajo que vienen desempeñando los que han dado
en llamarse amigos de UPyD de Ceuta. No se cortó lo más
mínimo al recordarme que sigue echando de menos la prensa
independiente. Si bien reconoce que, pese a tener tan pocas
posibilidades económicas y otras carencias indudables, se
consuela al comprobar que el partido va creciendo sin prisas
pero sin pausas. Y así podría haber estado mucho más tiempo
enumerándome todo lo bueno que le ha ocurrido a UPyD desde
su nacimiento.
Y, cuando estábamos a punto de despedirnos, sacó a relucir
que dentro de unas fechas volverá a disfrutar vistiendo el
uniforme militar. Por su condición de reservista como
alférez médico. En fin, que se me pasó volando el tiempo que
estuve conversando con Julián Domínguez. En realidad, éste
me ha confirmado que cuesta menos trabajo ser agradable que
desagradable. Nota alta, pues, para el coordinador
territorial de UPyD de Ceuta.
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