Creo haber escrito ya en varias
ocasiones sobre los taxistas. Con el fin de hacerle el
artículo a un gremio cuyos componentes propician comentarios
para todos los gustos. Debido a que unos pocos, de
comportamientos desordenados, como los hay en todas las
profesiones, suelen hacerle un flaco favor a esa mayoría de
conductores espléndidos en todos los sentidos.
A mí me han merecido siempre mucho respeto los taxistas. Tal
vez porque he sido cliente de ellos desde muy joven,
costumbre que no he perdido, y reconozco que pegando la
hebra con ellos he aprendido muchísimo y he podido estar al
cabo de la calle de lo que pensaba la gente acerca de
cualquier problema considerado de interés general. De manera
que ni siquiera las encuestas podían in formarme mejor de
ese sentir.
De los taxistas admiro, cómo no, el valor que tienen al
exponerse a toda clase de peligros, desde el preciso momento
en que aceptan prestar servicios a clientes de todo tipo. Y
con los que han de hacer un recorrido incierto y con gran
peligro para su integridad física. No hace falta recurrir a
ningún tipo de ejemplo. Ya que son harto conocido los casos
en los que muchos han perdido la vida o han quedado diezmado
físicamente, para el resto de sus vidas. Lo que nos indica
que es una profesión que entraña gran riesgo.
En Ceuta, en vista de lo antedicho, es decir, por ser un
cliente habitual del taxi, mantengo unas estupendas
relaciones con casi todos los taxistas. Y raro es el día en
el cual no trabe conversación con el que me haya tocado en
suerte, en ese momento. Disfruto, además, de la manera que
tienen de atenderme. Y a medida que voy conociendo a más
profesionales, más posibilidades tengo de apreciarles en lo
que valen.
En estos momentos, un taxista está pasando por un mal
trance. Lo han detenido en Marruecos. Y, según leo, todo se
debe a un error de los muchos que se producen cuando se
vende un coche y el papeleo administrativo o no se lleva
bien por una de las partes o se produce el despiste de
cualquier funcionario. Es algo que a mí me tocó vivir y que
me dio muchos quebraderos de cabeza. Máxime si el comprador
del vehículo lo usa para cometer delitos.
Pero es que Abdeselam Hamed, el taxista que está
ingresado en una cárcel de Marruecos, es alguien a quien yo
conozco desde hace 28 años. Así como suena. Vamos, desde el
primer día en que yo arribé a esta ciudad. Y he compartido
con él muchas horas de ocio. Horas en las que nos dio tiempo
a conversar de fútbol, porque Abdeselam es un gran
aficionado al deporte rey; y que me permitieron conocer sus
enormes deseos de situarse en la vida para formar una
familia. Y asimismo me empapé, oyéndole una y otra vez, de
que es un hombre de bien.
Hace nada me subí a su vehículo y hablamos de todo. Y hasta
tuvimos tiempo de reírnos al recordar muestras noches de
noctívagos. Por cierto, Abdeselam Hamed no paró de
celebrarme lo que sentía por su hijo.
Los taxistas han hecho muy bien en solicitar a la Delegación
del Gobierno permiso para manifestarse en la frontera a fin
de pedir la liberación de su compañero. Encarcelado por un
lamentable error. Y el delegado del Gobierno por acceder a
la petición. Pero tampoco estaría de más que José
Fernández Chacón hiciera todo lo que estuviera en sus
manos para obtener la libertad de Abdeselam H.
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