Es el domingo 15 de febrero de 2009; por la mañana, como es
mi costumbre y mi obligación, dada mi actual condición de
cargo público electo, me dispongo a dar un repaso a la
prensa local y nacional. A poco de empezar se me atragantan
las tostadas cuando leo en el diario “El Pueblo de Ceuta” en
un artículo firmado por J.L. Navazo la siguiente frase
textual “Precisamente el no saber mantener la boca cerrada y
largar algunos exabruptos particularmente críticos sobre la
Casa Real marroquí por parte de Fernández Cucurull, el
conocido político “popular” de esta ciudad, parece que la
habría costado a su empresarial familia (los Cucurull) el
cierre en falso (con portazo incluido) de un jugoso y
millonario negocio con los vecinos de más allá de El Tarajal.
Lo que les digo”.
En fin, como ya he tenido sobradas pruebas desde que decidí
participar en la vida política, eso supone carta blanca para
que cualquier indocumentado publique mentiras e infundios
sobre mí, sin que puedas acudir al más mínimo amparo
judicial (lo digo por experiencia: un indeseable me dijo
prevaricador, y el juez lo absolvió diciendo que no era la
imputación de un delito, sino “crítica política”). Así que
esta vez no acudiré a los tribunales para no perder el
tiempo y el dinero. Pero, aunque solo sea para evitar
aquello de que el que calla otorga, me gustaría dejar claras
algunas cosas y solicitar, encarecidamente, una
rectificación, si es que al aludido articulista le queda
algo de decencia.
En primer lugar, desafío a cualquiera a encontrar una sola
declaración pública mía en la que mencione a la Casa Real
marroquí, con exabruptos o sin ellos. Salvo que entienda que
las críticas al Gobierno de Zapatero por no defender con
firmeza la posición española sobre Ceuta frente a las
reclamaciones marroquíes son un exabrupto. Muy al contrario,
lo que siempre he defendido es que las buenas relaciones
entre España y Marruecos, siendo un objetivo irrenunciable,
son plenamente compatibles con la defensa de los respectivos
intereses. Así que, primera y flagrante mentira.
En segundo lugar, sobre mi “empresarial familia, los
Cucurull”, y aunque no me guste hablar de mi vida privada,
que he mantenido escrupulosamente separada de mi actividad
política, les voy a contar sus grandes negocios: el apellido
Cucurull llega a Ceuta con mi abuelo materno, que era
empleado de una sastrería; lo continúan sus hijos, tres
varones, uno, ya fallecido, empleado de mi padre y que, en
los últimos años de su vida, se hizo cargo del servicio
técnico de la marca de electrodomésticos que distribuye la
empresa de mi padre; otro, mecánico, que hace ya muchos años
se fue de Ceuta; otro, encargado del almacén en la empresa
de mi padre; y la única hija, mi madre, ama de casa. Como
puede apreciarse, auténticos potentados. Por tanto, supongo
que, aunque habrá oído campanas sin saber donde, el señor
Navazo se refiere a mi padre, que fue el que creo la empresa
“Fernández y Cucurull S.L.”; el segundo apellido viene,
obviamente, de su mujer, mi madre. Pero tampoco crea que mi
padre es ningún marqués; es hijo de un empleado de una
confitería represaliado por el régimen franquista tras la
guerra civil, y que tuvo que buscarse la vida desde su
adolescencia, hasta llegar, con mucho esfuerzo y dedicación,
a crear esa pequeña empresa familiar que le ha permitido
vivir sin penurias, aunque desde luego sin “jugosos y
millonarios negocios”. Por cierto, mi padre (que tiene de
Cucurull lo mismo que el señor Navazo, aproximadamente), no
ha tenido jamás negocios en Marruecos (sin que esto suponga
una crítica para los que lo tienen, sino la constatación de
un hecho), si exceptuamos que en su juventud, y antes de
establecerse por su cuenta, fue empleado de una empresa que
tenía actividad en la zona del protectorado (mi padre nació
en Tetuán). Así que, segunda y espectacular mentira, pues
difícilmente se puede dar un portazo a quien no ha tenido
nunca relaciones empresariales “con los vecinos de más allá
de El Tarajal”, si exceptuamos los clientes que vienen a
Ceuta a comprar, como pasa en la práctica totalidad de las
empresas ceutíes.
Por último quedaría por resolver cuál es la causa de que el
señor Navazo haya publicado esas dos mentiras sobre mi y mi
familia, y aquí, obviamente, solo cabe hacer suposiciones.
Una, que el señor Navazo es un inconsciente, que publica el
primer chisme que le cuentan o lo primero que se le pasa por
la cabeza. Si es así, va a ser difícil que tenga arreglo,
porque lo veo ya muy crecidito como para cambiar. O segunda,
que forme parte de una nueva campaña de desprestigio hacia
mi persona, como ya las ha habido en el pasado; la única
verdad del ponzoñoso párrafo de marras, es que yo no sé
mantener la boca cerrada; al menos no mientras esté en
política, pues tengo la costumbre de decir en voz alta lo
que pienso sin doblegarme, lo que me ha constado, a mi, y
desgraciadamente a mi familia, ser objeto de calumnias y
maldades difundidas mediante el rumor. Si fuera está segunda
la explicación, ya aviso a los que estén detrás que no me
van a arrugar. Por cierto, ¿tendrá todo esto algo que ver
con que el próximo martes se constituye el grupo de amistad
entre el Senado de España y la Cámara de Consejeros de
Marruecos, y el Grupo Popular me ha vuelto a incluir como
miembro del mismo, como sucede desde el año 2000?
Afortunadamente, mi vida y mi patrimonio personal son claros
y transparentes; viví de mi sueldo de PROCESA antes de
dedicarme a la política, y del de Senador desde que me
dedico a ella; seguiré todo el tiempo que yo quiera, mi
familia me lo permita, mi partido me proponga y los ceutíes
me elijan. Y los negocios de mi padre son igualmente claros
y transparentes, y en nada se mezclan con mi actividad
política. Si quieren meterse conmigo, háganlo, que ya sabré
responder. Pero dejen en paz a mi familia. Lo que les digo.
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