En algunas familias, el transcurrir normal de la educación
de un niño se puede ver seriamente afectado por las
decisiones de los padres. Esto es particularmente tangible
cuando los padres se separan o se divorcian, hecho que crea
más impacto en el niño mientras menos edad tiene, lo que
dificulta su entendimiento del problema. En mi caso, la
separación de mis padres se dio a temprana edad, me cuentan
que cuando tenía poco menos de dos años de nacido y por
tanto no fue una ruptura traumática para mí. Las ausencias
de mi padre eran suplicas por los hermanos de mi madre por
lo que se puede decir que no la pasé mal. Sin embargo, más
adelante, se presentó un serio problema entre mis padres
–seguíamos teniendo encuentros los fines de semana-. Fue
para mi primera comunión que mi padre no pudo asistir por
razones de fuerza mayor y mi madre tuvo una fuerte discusión
por teléfono con él. Fue el hecho más traumático que
recuerdo de mi niñez, el sentimiento de impotencia y de
desconcierto fue terrible para mí y eso que ya estaban
separados. Me imagino en tal caso, lo fuerte que debe ser
para un niño de un matrimonio normal, afrontar una situación
de separación o de divorcio.
Tan sólo a partir de ese hecho, mi rendimiento en la escuela
se vio mermado, tenía dificultades para concentrarme en
clase, no anotaba las tareas que debía hacer y este
comportamiento se trasladó a mi entorno. Me mostraba rebelde
y no quería salir a jugar con mis amigos de vecindario.
Recuerdo haber tenido algunas entrevistas con la psicóloga
de la escuela y afortunadamente el problema no se extendió a
más de unas cuantas semanas, tiempo en el cual mis padres se
reconciliaron como amigos. Pero en mi caso hubo suerte. Hay
otros casos que el tema de separación de los padres acarrea
otras complicaciones más serias.
Por ejemplo, pude conocer a una pareja de amigos que se
separaron con violencia familiar de por medio, si bien no
física, pero verbal. Los dos menores hijos del matrimonio
percibieron esto con claridad y se vieron afectados, sobre
todo el menor de ellos. Tuvo serios problemas en la escuela
también, su personalidad cambió abruptamente y se volvió una
persona sumamente introvertida, incluso con algunos
comportamientos erráticos como arrancarse mechones del
cabello. La terapia de este niño con psicólogo se ha
extendido por casi cinco años y aún no termina.
Los estudios que se han realizado en este campo indican que
los niños son más infelices viendo las discusiones y peleas
de los padres que insisten en vivir juntos. Estos mismos
estudios refieren que el niño prefiere verlos separados pero
siendo felices ambos. Si la decisión de separación de los
padres es irrevocable, deben tener siempre presente que la
separación es como pareja, entre ellos pero que como pareja
de padres estarán atados por muchos años más, al menos hasta
que el niño se convierta en adulto y aún así el lazo deberá
persistir. Por ejemplo, se dan casos en que los hijos
adultos caen con alguna enfermedad grave y aún los padres
que no pueden pasar más de diez minutos juntos sin pelear,
se han visto en la necesidad de reunirse nuevamente para
prestar ayuda y apoyo al hijo. Por otra parte, cuanto más
pequeño es el niño, los padres que se separan deben poner
mucho más énfasis y dedicar todo el tiempo posible a que su
hijo entienda y acepte la decisión de separación como la
mejor para toda la familia. Se deben también respetar los
horarios del niño, sobre todo los de la escuela.
Los padres deben mostrar la mayor madurez posible luego que
la decisión se ha tomado. El respeto debe ser mutuo y bajo
ninguna circunstancia deben competir por ver quién es el
mejor ya que obligarían indirectamente al hijo a tomar algún
partido. Otro punto importante es que no debe existir tanta
rigidez en cuanto a los días de visita, en la medida de lo
posible. Muchos niños necesitan de su padre no sólo en los
fines de semana sino en un día cualquiera en que se pueden
sentir especialmente necesitados de su compañía. En estos
casos, ambos padres deben mostrar predisposición y
flexibilidad, permitiendo que el hijo sea quien proponga. En
ese tiempo, ninguno de los padres debe hablar mal del otro,
no deben existir culpables y no se debe permitir que el hijo
se entere por terceras personas. También se del debe
recalcar al hijo que éste nunca será dejado de querer y que
seguirá viendo con frecuencia a sus padres. Finalmente,
debemos decir que los divorcios también hacen aflorar
algunas actitudes positivas en los hijos como la obediencia
o la responsabilidad. Esto alienta la esperanza de que los
hijos de padres que se separan no deban seguir un sendero
oscuro.
|