Estos días un juez español de
moda, el afamado Garzón, ha pasado discretamente por Rabat
donde, recientemente, el “Centro de la Memora Común y el
Porvenir” presidido por Abdesalam Butayeb se ha sumado a la
iniciativa sobre la recuperación de la memoria histórica del
Presidente Rodríguez Zapatero, lanzada oficialmente como Ley
con la idea de zanjar las controversias sobre la Guerra
Civil y hacer definitivamente justicia con el lado perdedor,
la II República, en 1939. Desde Marruecos se ha recogido el
guante con la idea de recuperar el auténtico rol desempeñado
por “los moros de Franco”, sus avatares en el frente y su
destino final, intentando recuperar su imagen de negativos
estereotipos.
También precisamente a finales de febrero tendrá lugar en
Tetuán un importante congreso internacional sobre el
particular, del que tuve ocasión de hablar el pasado sábado
con uno de sus animadores en la sombra, mi buen amigo Ahmed
M. Megara, quien de paso y con la generosidad que le
caracteriza me dedicó su última publicación, “Tetuaníes en
Madrid”. En el encuentro y entre otros eventos se proyectará
el premiado documental “Los Perdedores”, del prestigioso
cineasta rifeño afincado en Berlín Driss Deiback, que pasa a
engrosar las fuentes de que dispongo: algunos modestos
testimonios audiovisuales obtenidos aquí y allá; un viejo
libro del teniente coronel Ángel Domenech, “Un oficial entre
moros”, publicado en Larache en 1948 por la Editora
Marroquí; “La actitud de los moros ante el Alzamiento:
Marruecos, 1936” (1997), de mi viejo amigo y en gran parte
maestro Mohamed Ibn Azzuz Hakim; “El Cuerpo de Ejército
Marroquí en la Guerra Civil Española”, tesis doctoral (Univ.
de Granada, 2000) del profesor Mustafá El Merroun, con el
que tengo coincidido en alguna mesa redonda (la última vez
nos encontramos en Rabat); “Los moros que trajo Franco…”
(2002), valiosa obra aunque con sesgada tendencia de la
historiadora Rosa de Madariaga; y finalmente “Abrazo mortal”
(2002), de S. Balfour. Realmente, hay todavía muchas sombras
por despejar.
Siempre está bien hablar si se trata de cicatrizar heridas,
aunque bien pudiera ser que el encuentro de Tetuán sirva
también para atizar algunas reivindicaciones buscando
incluir, como “víctimas del Franquismo ” en la controvertida
“Ley sobre la Memoria Histórica”, a los miles de marroquíes
(y sus descendientes) que lucharon por un sinfín de motivos
-muriendo muchos- en las filas del llamado Ejército
Nacional. “Solo la muerte impera y os aguarda con el supremo
engaño irrevocable”, cantaba en 1938 con bellas estrofas
dedicadas “a los muchachos moros caídos ante Madrid” el
poeta republicano Juan Gil Albert. Aquí, en la ciudad
querida, quizás no muchos sepan que un prestigioso oficial
moro, rifeño para más señas, estuvo al frente entre 1950 y
1953 de la Comandancia General de Ceuta: el general Mohamed
Ben Mizzian que, las vueltas que da la vida, tras la
independencia de Marruecos en 1956 ocuparía el primer puesto
como mariscal, tras Mohamed V, de las nacientes FAR (Fuerzas
Armadas Reales). “Y cuando florezcan los rosales de la
victoria, nosotros os entregaremos sus mejores flores”,
declamaba Franco en Sevilla el 2 de abril de 1937 ante más
de dos mil marroquíes vueltos de la peregrinación a La Meca…
En mi querida Asturias, el viejo “cementerio moro” de Luarca
languidece con sus tumbas, hincadas entre la hiedra, los
pinos y las brumas…
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